Una esquina transitada con muchos autos,
todos detenidos porque el rojo así lo dice. Caín extiende su brazo derecho a
cada conductor y lo que queda del izquierdo al cielo, un auto muy lujoso baja
la ventanilla y una mano generosa le entrega una moneda, el auto vale unos
miles de dólares el conductor millones, es Diego Leeros que va en camino al
restaurante español que tanto le gusta por que tienen el jamón importado y el
pulpo portugués, de Portugal, ahí lo espera su esposa, esta después de mucho
pensarlo y ya segura de lo que quiere para su futuro, le va a pedir el
divorcio.
Cuando Leeros llega el valet lo reconoce y es
especialmente educado, también al entrar le indican rápidamente donde esta su
esposa y cuando se sienta no tardan en preguntarle lo que desea tomar, el
responde lo de siempre y en pocos minutos le traen el whiskey mas caro con
hielo y un toque de soda, ya esta con su trago, frente a su mujer y listo para
empezar lo que el cree va a ser una pequeña negociación.
Ella esta vestida con un vestido simple,
blanco con flores amarillas y una que otra verde, tiene puesta una chaqueta de
Jean y zapatos blancos, cómodos. Esta tomando una copa de vino blanco, casi
amarillo, francés chablis. Ella habla primero:
- Tomando tanto desde el almuerzo. Diego ya pedía
el segundo.
-Desde el desayuno. No te ves muy bien, cual
es tu misterio?
-No te parece que deberías de por lo menos
pretender que te interesas por crear una atmósfera medio agradable, pregúntame
por el café, lo que hice esta mañana.
-Vivimos juntos, compartimos cuentas
bancarias, salimos de viaje juntos y hasta te compre el bendito café. Lo se
todo, no te voy a dar el gusto del teatro.
-Bueno, señor de negocios, se me olvido que
usted va siempre al grano. Se calla por unos segundos como meditando sus
palabras y lo suelta: Quiero el divorcio.
- Estas jodiendo no?
- No, es enserio. Quiero el divorcio.
-No. Para esta mierda me hiciste venir, me lo
podías decir en la casa.
-Los n
-Niños! Si. Puta piensa en ellos. Por que son
dos pendeja.
-Cuida tu lenguaje grosero.
-No entiendo. Esto de repente.
-Hay muchos motivos. No podrías empezar a
entenderlos. Desde que tengo el café, me doy cuenta de muchas cosas. Es
complicado. Quiero hablar contigo desde hace mucho tiempo pero tu nunca estas
en casa y si no simplemente no quieres hablar. Mira esto, tuve que hacer una
cita para pedirte el divorcio. No me mires así. Anda échate un trago, eso
siempre te ayudo.
-Así de repente me vienes con esto. Estas
jugando, no puedes hablar enserio, ordenemos, hoy quiero comer carne.
- Esto en enserio, no quiero comer quiero
hablar y resolver esto.
- Hay otro cierto.
- No.
- Respondiste muy rápido. Y sí comemos, que
tengo hambre y me da la gana.
- Diego, esta vez no tienes el control. Nadie
lo tiene. Quiero el divorcio y punto.
- Yo siempre tengo el control.
Diego se para de la mesa con un poco de
rudeza y se va al baño. Cuando llega se quita el saco que todavía tenia puesto
y lo coloca en un pequeño gancho detrás de la puerta se empieza a lavar las
manos y un miedo con toques de tristeza empiezan a invadir su cuerpo, levanta
la mirada y se mira en el espejo, tiene la corbata mojada, empieza a llorar.
De uno
de los baños sale Sebastián y lo mira compasivamente y sin ningún tipo de
superioridad, tiene puestos un Jean y una camisa verde un poco arrugada, anoche
fue una jornada difícil, no pudo dormir y la joven que ahora lo acompaña exigió
de su compañía toda la mañana. Diego no aguanta la vergüenza y se empieza
limpiar las lágrimas.
-Animo
campeón! Que la cosa no puede ser tan mala. Dice Sebastián ofreciéndole una
sonrisa.
Diego lo ve de arriba a bajo y con tono
despectivo contesta:
-Disculpe, pero no creo que alguien como
usted pueda entender mis problemas.
-Alguien como yo, me parece que tu no
entiendes ni los tuyos no los de nadie.
Además, alguien como yo! Los dos estamos comiendo en el mismo restauran
pendejo.
Sebastián sale y se encuentra con su amiga,
una acompañante muy costosa, paga la cuenta sin sentarse y se van, en la puerta
lo espera su auto y el hombre anterior mente mencionado. Sebastián a la mujer:
-Mi vida te vas en taxi.
-Por?
-Tengo que trabajar.
-Bueno gracias por la comida.
Le da dinero y un gran beso. Sebastián al
hombre:
- Listo?
- Si jefe, lo tenemos. Lo están cuidando los
hermanos Gutiérrez.
- Muy bien vamos.
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