Eran dos hermanos. Dos varones.
Uno quiso ser Militar, el otro resultó Delincuente. Al principio
ambos se intentaron convencer mutuamente de que seguían el camino
equivocado, pero ninguno lo logró. El Militar era callado, pero muy
expeditivo, esto le daba un aire más bien de extrovertido, lo que
ocurría era que mientras otro realizaba una actividad él realizaba
tres, y hablar poco de tres cosas parece hablar mucho de una, así
que pocos leían bien su personalidad y esto le generaba cierta
incomodidad en el mundo. Y algo parecido le pasaba a su hermano, que
metido como estaba en el mundo de los libros y la filosofía, parecía
que le quedaba poco tiempo para delinquir, cuando al contrario era lo
único en lo que pensaba.
Al principio, cuando se hablaban,
y por supuesto antes del tiroteo que culmina esta historia, sus
conversaciones eran más o menos así, el Delincuente hablando
primero:
- El problema principal es que los
productos terminan y la vida no, por supuesto termina, todo se muere,
pero se termina una vez, y estamos acostumbrados a consumir cosas que
tienen un principio y un fin. Las películas, los libros, los discos,
todo tiene un principio y un fin en un periodo muy corto de tiempo, y
nada en el mundo real es así, en la realidad todo es largo, todo se
entremezcla, se divide, se bifurca, se desvanece y cambia, ese cambio
constante que sufre la misma cosa a través de un periodo largo de
tiempo, digamos un año, o cinco o diez, es incomprensible dentro de
la lógica de producto, así que existe un diálogo constante entre
lo que nuestro cerebro consume y las realidades con las que se
encuentra.
-No entiendo mucho, si claro te
entiendo lo que dices, pero no estoy seguro que así sea como las
personas vemos la vida, muchos ven las cosas para toda la vida.
- Pero qué es toda la vida. Eso es una
medida que nadie entiende, por mucho que se repita.
- No es tan complicada la vida.
- Si lo es. Los diálogos entre las
instituciones, la convivencia de los lenguajes, el desarrollo de las
teorías, todo se relaciona entre sí, y si consumimos tanto
productos de cierta manera, todo el resto se va a ver afectado.
- Escoges algo para hacer y lo haces al
máximo de tus capacidades.
- Y los otros?
- Hacen lo mismo.
- Y si los caminos se cruzan y los
caminos se entorpecen.
- Entonces el mejor gana, como en todo,
no es tan complicado.
Estas conversaciones iban subiendo
de tono y cambiando de forma, hasta que llegaban a la violencia, más
de una vez llegaron a los golpes y siempre terminaban a los gritos.
Se dejaron de hablar gracias a uno
de ellas, ya la madre muerta, por más de diez años no se dirigieron
la palabra, se mandaron un par de mensajes, estaban atentos de
noticias cruzadas, pero poco más, sus condiciones laborales ayudaban
a acentuar la separación.
Ahora, los militares y los
delincuentes no son de cruzar sus caminos normalmente, a menos por
supuesto que compartan un interés económico, cosa posible y real.
Pero quién comprende los caminos de la casualidad.
Lo que ocurrió fue que hubo un
cambio de gobierno en el país y con el cambio hubo movimiento, con
la promesa de los nuevos mandatarios por una ciudad con más
seguridad, se aumentó la presencia militar en la calles. Y si hay
una cosa que tienen en común los Delincuentes y los Militares, es
que ambos odian a la Policía, y acá que cuando los tres grupos
están en la calle, dando vueltas y trabajando, cosas están
destinadas a pasar, y aquel odio leve que sintió alguna vez un grupo
por alguno, está destinado a cambiar por amor gracias a un odio
todavía mayor.
El delincuente estaba en la calle,
cerrando transacción frente al restaurante de Carlitos en pleno centro, mucho tránsito mucha gente, y atento y
vigilante con un ojo en cada esquina a dos grupos divisó, los
militares, escondidos en la cuatro por cuatro, uniforme completo, con
armamento y seguro con apoyo no muy lejos, y en la otra, torpes y
perezosos, los policías, también cerrando trato, pero exprimiendo y
pidiendo, corruptos y sin código.
El Delincuente se vio en una
encrucijada, qué hacer, desde hace tiempo que la policía lo viene
molestando, ignoraba si los militares estaban ahí por él, y acá
que la casualidad da lo que la mente no encuentra, y divisa, de
civil, a su hermano no muy lejos de ahí. Sin más, los años de
silencio se derribaron en la corta caminata:
- Vienes por mí.
- Venimos por todo.
- Solo los del auto.
- Solo los del auto.
- Son pocos.
- Somos suficientes, somos
profesionales.
- Y por qué no se mueven.
- Indecisión de arriba, es ustedes o
los puercos aquellos, ustedes son el enemigo, los puercos son peores,
pero son estado, y son más, hay varios en lo de Carlitos, truchos y
corruptos como son, esto se puede ir todo al carajo.
- Nosotros somos tres, estamos bien
armados, y tu bien sabes que entre tu y yo y lo que hacemos, ellos
están antes, y juegan para los dos, y nos joden a los dos, en la
confusión tiramos para tu lado, nos vamos como vinimos, y después
vuelves al ruedo, que yo a ningún lado voy a ir, y tu tampoco.
Puedes terminan mañana lo que empezaste hoy. Los de arriba saben que
somos hermanos.
- Saben.
- Pero te conocen.
- Me conocen.
Entre los dos ocurrió un momento
de reflexión, y el Militar por primera vez rompió primero:
- Yo cierro por detrás del auto,
agarro a policías y malandrines todos por igual. Tu agarra a los que
salgan del restaurante, los tiras al piso que crean que están de
civil, enseguida va uno de los míos y los esposa, tu a volar, y
escúchame bien, si una bala toca a un civil te quiebro, y sabes que
cumplo.
- Lo sé.
Y así frente a lo de Carlitos
ocurrió, que dos hermanos y dos mundos y dos historias, se
confiaron, y salieron ilesos ellos y los suyos. La sangre, una vez
más, como siempre fue y siempre será, probó ser más dura que el
plomo, que el dinero, que la educación.