Moto y tiros.

     Yo sé que a la gente le gusta escuchar historias de motos y tiros, el problema claro está en que generalmente las personas que están involucradas en ese tipo de historias no las transcriben, las cuentan nada más, y existen y son muchas, pero el público no tiene acceso, y en la prensa no se puede confiar, que dicen "delincuente en moto" y listo, san se acabo, nada de información jugosa como traen los crímenes pasionales o los relatos de fútbol. Por eso yo tuve tanta suerte de escuchar la siguiente historia, que inesperadamente y sin explicación me contaron y paso a contar:
     A Julian lo reconocí en un supermercado, yo lo había visto antes frente a un kiosko, arma en mano, frente a la pequeña ventana que queda entre las rejas, buenos tiempos aquellos en los que el kioskero no atendía como preso, pidiendo la plata, yo pasaba en un autobús que justo se paró en la esquina, lo que permitió que yo y la señora de enfrente nos percatáramos plenamente del espectáculo, es más, tuvimos la pequeña discusión, necesaria y urbana, de si bajarnos o no para servir de testigos, y ambos nos convencimos que entre las declaraciones, las acusaciones, los tiempo y la inoperancia de la policía sumada a una posible represalia por parte de los delincuentes, no valía la pena sumar dos testigos más a una causa que, dadas la hora del día y el lugar del hecho, iba a tener participación de sobra, así que bueno, me fui con una historia que no mucho después se une con ésta, porque al poco tiempo lo vi en el supermercado al mismo tipo, y yo pensando que volvía al robo, salí medio disparado de ahí , y él lo notó, y me siguió, y me agarró del brazo, oiga qué le pasa me dice, frente a mí un muchacho limpio, bien vestido, bien hablado, no muy alto, no llega al metro setenta, medio rubión de ojos oscuros, no transmitía alarma, entonces me dijo, déjeme que le explique, yo ya sé qué pasa yo sabía que un día iba a pasar que me iban a reconocer, y yo que le digo que no que deje que no pasa nada, y el no, le explico, tomemos acá un café y le explico, y así medio a los empujones, me sentó en uno de estos cafés que tanto abundan a las afueras de los supermercados grandes, y me dijo así no más, a mi me agarraron por la moto, le cuento, y algo así fue lo que me dijo:
     "A mi me encantan las motos vio, siempre me gustaron, me gustan grandes, me gustan rápidas, me gusta correr, me compré mi primera moto a las 12 años, una enduro cross, me caí como veinte veces de esa moto, pero nunca más me he vuelto a caer, siempre compré y tuve motos, y siempre mejores, ahora tengo una ducatti, sabe cuantas ducattis como la mía hay en esta ciudad, 4, nada más, si nunca corrí profesional es porque en este país no existe y sé que no tengo chance afuera, igual no lo necesito, yo con tener mi moto me basta, y todo el mundo sabe esto, todo el mundo sabe que soy bueno y rápido en la moto, y en mi barrio como todos los barrios, uno es niño, y de niño nadie es malo, todos jugamos juntos, y de ese grupo de amigos, uno, el Carlitos, se fue por el mal camino, mal enserio vio, hasta preso estuvo el Carlitos, y yo como siempre fue amigo, siempre hablé con él, y un día alguien que él conocía, que no sé si era amigo de él o no, nos vio en la calle, y me reconoció, y me dijo, tu eres el de las motos, este tipo era flaquito, y chiquito, más pequeño que yo, andaba siempre con un jean y una camisa medio bonita, buen celular, tranquilo, se veía que era chorro, no quiero discriminar pero el tipo veía todo y hacía comentarios de precios, y esto vale tanto y esto vale lo otro, y este tiene esto, todo así, Carlitos se dio cuenta que yo me di cuenta y de alguna manera quiso protegerme, o no, pero se lo llevó al tipo ese, y bueno, llegó el tipo ese un día a mi casa, y me saluda, era de tardecita y me dice, vamos a robar, y me saca un arma y me la muestra, y me dice tu manejas esa moto, una chinasa de mierda que seguro se había robado, que debe ser la que usted vio ese día en el kiosco, una 125, al final buena, pero pequeña, yo dudé obvio, bueno primero me paralicé, estábamos frente a mi casa que aunque clase media algo tenemos, mi vieja estaba adentro, y tenía miedo, yo no soy un hombre de armas, así que la verdad, la verdad es que ahí me dio mucho miedo, él me seguía señalando la moto, y la moto me tranquilizo, que siempre me tranquilizan, así que me subí adelante, él se subió enseguida, no sé que hizo con el arma, y bueno, me llevó al kiosco y ahí me dijo, bájate y roba, y yo estaba nervioso, y mire no sé cómo lo hice, pero lo hice, fue rápido, me dieron la plata, bastante por cierto, y nada más, y cuando usted me vio supe que me había reconocido, no lo he vuelto a hacer, se lo juro, sabía que algún día alguien me iba a reconocer, su cara de susto me dijo todo".
     Nos quedamos en Silencio un largo rato, entonces continuó:
     "Yo lo tengo que contar, porque no se lo he contado a nadie, y usted sabe que cuando llegamos al kiosco y él me dijo que tenía que robar me puse tan nervioso que se ve que largué mucha adrenalina, y mamita querida, cuando volví a la moto, con el corazón a mil, yo lo que necesitaba era velocidad, dura, y ahí no más se ve que el Carlitos se dio cuenta y me abrazo con fuerza y yo pensé, china aguanta que te quemo, y señor mio usted no sabe lo que fue eso, hasta en la vereda me subí dos veces evitando el tráfico, pasaba autos, semáforos, todo, puro ruido y velocidad, nadie nos seguía, nadie nada porque yo ni registraba, ni sabía lo que pasaba, yo veía al frente y aceleraba, y pensaba que tenía un movimiento para evitar lo que tenía en frente y nada más, y pensar es un decir, porque nada, era duro y rápido, un movimiento, nada más, no podía pensar más, y dale, y duro y por el tráfico y a fondo, usted sabe lo que es darle a fondo, esa moto estaba medio preparada, porque iba muy rápido, largué todo, y me entendí bien con esa china, los cambios entraban como manteca, y cuando la exigía respondía, dos veces me rocé el brazo con algún espejo, o con algo, no sé, me tranquilicé recién en una recta, que no vi nada adelante y supe que tenía un segundo para pensar, y ahí empiezo a tomar un poco de conciencia y bajo la velocidad, y ahí siento que el Carlos me suelta con una mano, que yo hasta me había olvidado que lo cargaba al flaquito, y así sin nada de aviso el tipo hecha un tiro al aíre, y eso fue como que me inyectaran con la peor de las drogas, el cuetaso calienta la sangre y nubla la razón, eso era darle y quemar, con cada tiro, porque el hombre sabía lo que hacía, y tiró un par de veces, para ponerme en movimiento, cuando me di cuenta habíamos atravesado media ciudad y no teníamos nafta, y ahí me dijo párate acá, me paré, se bajó, me dijo bájate, la moto ya queda ahí, anda a tu casa loco de mierda no te quiero volver a ver, se fue y más nunca lo vi, no sé que pasó con los tiros, no sé que pasó con el kiosco, no sé nada y no lo he vuelto hacer, y usted sabe que voy rápido ahora, y me animo, pero nada cómo cuando escuchaba esos tiros, nada".
     Dejó cien pesos en la mesa y se fue, diciendo, mi nombre es Julian un placer, yo le dije, muchacho compró un arma cierto? y contestó, claro usted porta?, y yo le dije portaba, y otra cosa, el casco porqué se lo sacó? y me contestó, de los nervios no sabía lo que hacía.  

No hay comentarios:

Almas gemelas.

- ¿Existen las almas gemelas? - Si. - ¿Cómo se encuentran? - No se encuentran, se reconocen. - ¿Cómo se reconocen? - Cuando dejas de mi...