Luis Masliah.


      Aunque era un hombre de tierra, Luis Masliah daba la sensación de ser un pez de mar, funcional y aerodinámico. Luis se dedicó a la investigación privada para no lidiar con los otros. Había sido un gran policía, y podría haber llegado a ser un gran detective de homicidios, su carácter observador y estudioso lo hubieran llevado a resolver muchos casos, pero lidiar con los otros lo alejó de la fuerza. Luis se sentaba horas en su auto a escuchar música, solo escuchando electrónico, Aphex Twin, Chemical Brothers, Gabin, Kruder & Dorfmeister, mientras fumaba marihuana. Así se resolvían los casos, todos los casos, escogiendo con criterio y esperando. Últimamente venía teniendo suerte, con un caso al mes vivía bien, y en los últimos seis meses había hecho tres por mes, casi todos de sospecha de engaño, todas confirmadas por supuesto, eran muy pocas las veces con las que se encontraba con una falsa sospecha, de esto no sacaba ninguna conclusión. Luis era flaco, su dieta era variada pero estricta, se alejaba de los alimentos procesados y las gaseosas. Las bebidas alcohólicas las tomaba puras y con hielo. Eran las dos de la tarde de un día de otoño, estaba en su auto escuchando Thievery Corporation, estacionado en las afueras de la ciudad frente a una fábrica, tal vez abandonada, y un albergue transitorio de nivel medio, esperando que apareciera el Ford Focus Azul de la mujer de su cliente cuando algo del otro lado de la calle le llamó la atención, dos hombres cargaban una mujer entre ellos, como si estuviera borracha, y miraban culpables hacia todas las direcciones, él sabía que no lo verían, todos los policías saben que un hombre nervioso no sabe mirar. Llegaron hasta una puerta de metal en un edificio de dos pisos de ladrillo visto con ventanas en el segundo piso, el que tenía la campera marrón y los jeans gastados sacó con dificultad un manojo de llaves y abrió tres cerraduras, el otro que tenía una camisa de cuadros y unos pantalones beige sostenía a la joven, entraron en el edificio. Acá Luis, ya sabiendo todo lo que estaba ocurriendo, y pensando que la vida había sido buena con él y, después de todo, era muy bueno en lo que hacía y tenía su Beretta, realmente sería muy mala persona si se quedaba en el auto sin hacer nada. Sabía que adentro había uno o dos hombres sin contar los que habían entrado, sabía que seguro había más de una mujer adentro, y sabía que la policía de la zona era cómplice. La cercanía con el albergue no era casualidad. Tenía que esperar a que salieran los dos hombres. Esperó. Escuchó algo de Nouvelle Vague y algo de Morcheeba. Los dos hombres salieron, sin la mujer por supuesto. Tenía pocos menos de un minuto para tocar la puerta y que el hombre que estuviera adentro pensara que a alguno se le había olvidado algo. Salió de su Corolla gris, y trotó hasta la puerta, golpeó un par de veces con intensidad, veía a lo lejos como los dos hombres doblaron en la esquina, por suerte no habían volteado, pasaron unos trece segundos, y alguien empezó a destrabar las cerraduras, apenas abrieron la culata del arma encontró una nariz y sintió como se rompía bajo su peso, el golpe se repitió varias veces hasta asegurar inconsciencia. Enfrente solo unas escaleras, las subió despacio, ahí se encontró con un taller abandonado, sin divisiones, contra una pared cuatro camas de caño con colchones roñosos, tres ocupadas con mujeres amarradas, estudió bien el lugar, buscó baños y cuartos dónde pudiera haber alguien escondido, no encontró a nadie más, se sintió con suerte, desató a las mujeres, todas estaban inconscientes. Se acercó a la ventana, nadie pasaba por la calle. Se tomó un momento para pensar. Entonces, prodigiosamente, apareció el auto azul, bajó rápido las escaleras, el hombre continuaba inconsciente, sangraba bastante, y acá hizo lo posible por no pisar la sangre. Corrió hacia el auto que estaba por entrar en el estacionamiento del albergue. La mujer se asustó muchísimo cuando él le golpeó la ventana y ella en un intento desesperado y acostumbrada a vivir en una ciudad peligrosa, retrocedió con velocidad, pero él dijo el nombre de ella varias veces, y lo vio a los ojos, y dudó, y supo que había algo más, porque aquel que engaña conoce de realidades paralelas y situaciones complicadas. Detuvo el auto, y él le dijo, necesito ayuda ya, y sin que ella abriera la ventana él le dijo, tu esposo me contrató para seguirte, si me ayudas le miento. Silencio. Él insistió todavía a través de la ventana, hay mujeres en ese edificio las tenemos que sacar, entonces ella ya no dudó, bajó la ventana y le preguntó, qué hacemos, y él le explicó, tienes que estacionar el auto ahí en el frente las bajamos entre las dos y las llevas dónde yo te diga eso es todo. Un segundo más de duda por parte de ella, pero frente a la esclavitud ningún hombre o mujer duda, la libertad es por lo único que todos luchamos. La mujer estacionó el auto y Luis, más allá de la situación no pudo dejar de notar su belleza, estaba vestida con una calza negra y una camisa de deporte, obviamente su excusa era entrenar, era alta y esbelta, tenía el cabello negro y lacio, tenía la piel oliva de la mujer latina, también notó su valentía cuando pasó por arriba del cuerpo caído sin inmutarse. Si se sorprendió cuando vio a las mujeres en las camas. Con dificultad bajaron los tres cuerpos y los acomodaron en el auto de la mujer, Luis le dijo, tranquila le voy a decir a tu esposo que nada está pasando llévalas al hospital que está frente a la escuela de medicina yo le voy a mandar un mensaje a alguien que te va a estar esperando en la puerta de emergencias nadie te va a preguntar nada, entonces se cuestionó, y le preguntó, tu pareja por qué no aparece, y ella le dijo, si lo hizo vi su auto mientras gritabas mi nombre pero se fue obviamente pensó que era un robo y huyo como un cobarde hijo de puta, bueno dijo él, te salió barato. Ella partió, él volvió a su auto, arrancó y se fue en la dirección contraria, llamó a su amiga en el hospital y le explicó la situación, ella iba a estar lista, encendió la radió y escuchó un poco de Gorillaz, abrió la guantera y sacó uno de los armados que tenía ahí, le estaba dando hambre, tenía buen dinero, se iba a sentar en un restaurante a comer como un rey.  

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