Ya está.

Ya está,
eso fue todo,
lo cagamos
lo hicimos mierda,
la culpa por supuesto es de todos
y no es de nadie
fue una operación en conjunto
todos
pusimos
nuestro
granito
de arena;
el que no mató
violó
robó
o no hizo nada,
nadie se salva,
y que podemos hacer?
mirar con lastima?
desear otro resultado?
esperar que alguien...
pero no,
no hay nadie,
lo jodimos
lo rompimos
y,
algunos
todavía tienen ideas,
ven con planes,
todavía creen que tienen razón
o
peor aun,
que otro la tiene
por tontos con razones
es que estamos como estamos
la gente con motivos es dañina
la salud, la edad, los derechos, el salario,
que manera tan desagradable
de terminar
lenguaje sobre lenguaje
(la grasa sale con tierra)
pero no es ahí
dónde buscamos,
después de todo,
pornografía
y regímenes alimenticios,
quedaran montañas de basura
los mares
radioactivos
las montañas hechas
polvo
de nosotros
cáncer
sida,  
algún adinerado orbitando el
espacio.
Lenguaje sobre lenguaje
por eso fue que nunca nos entendimos
fue
una
eterna
traducción;
nadie conversó
nadie se escuchó
todos dijimos
tradujimos
hicimos
y
amontonamos
una gigantesca pila
de
conocimiento,
más
más
más
y
más.
No importa
si eras
torero
jardinero
doctor
todo producía,
todo sumaba,
todo agregó presión,
todo generó basura
cada logro 
fue un paso 
hacia la destrucción. 
Lo
único
que
nos
puede
salvar
es
la
naturaleza
pero
a
nadie
le  importa,
porque
no
se
puede
traducir. 

Alejandra Lunares.

   
Berta cáceres, campesinas, lucha, literatura, borges, cortazar, Héctor Baptista, cuento, feminismo,

     Alejandra Lunares se fue a la cama pensando "mañana seguro se suma más gente, hoy a lo mejor logramos difundir mejor el mensaje", y ahí su mente entró en profunda meditación por unos segundos, solo para despertar con esta pregunta "¿Por qué la gente no escucha?".
     Alejandra Lunares había caminado hoy unos diez kilómetros de calles de tierra y caminos empedrados, estaba cansada, pero su cansancio no le arrebataba el pensamiento, en la cama, noche cerrada, pueblo dormido, todavía pensaba estrategias y visionaba caminos. Sabía cual era el problema, pero esto era tan grande, tan poderoso, que su diagnostico poco auguraba una solución, una y otra vez pensaba "por cada uno con el que yo hablo, ellos programan diez mil o cien mil", y seguía "por qué soy yo de las pocas, y por qué siempre somos nosotros los pocos", y aún más " ¿Y las mujeres? me cache en las mujeres, qué les pasa por la cabeza a esas brutas, que es que nunca vamos a aprender". Daba vueltas en la cama y pensaba en el día.
     Había salido temprano de su casa, como siempre, antes de que saliera el sol para aprovechar la fresca y avanzar varios kilómetros, los primeros kilómetros los hacía en bicicleta porque en su pueblo ya todos la conocían y no tenía ningún sentido ir caminando. La bici era buena, se la habían regalado, igual que sus zapatos, andar ahora era más cómodo que al principio, le habían ofrecido un auto, pero no, eso ya era capitular, su mensaje se iba a volver inaccesible. Así que esos kilómetros en bici, como todo en su vida, eran de reflexión, de planeamiento. Atrás llevaba una caja de panfletos y literatura, ella misma los hacía, con mucha información, bien explicados, algunos en tono general hablaban de precios, de medidas, de países lejanos, de maneras de hacer energía, de la explotación histórica, de cómo se conforma una empresa, de los sistemas. Después otros se enfocaban en proyectos específicos, en hidroeléctricas, en mineras, en grandes plantaciones.
     Llegó hasta el siguiente pueblo. Dejó la bicicleta en casa de Doña Petronia, la Doña la saludó por la ventana. Se fue hasta la parada con algunos de los folletos. Agarró un autobús de una hora y se bajó en un pueblo que hace más de un año no visitaba, la única calle asfaltada era la principal. El sol ya despuntaba. Antes de salir a caminar se dio cuenta de que tenía hambre, se acerco a una panadería que estaba frente a la plaza principal, compró un café y una torta, y se sentó en una mesita que estaba afuera y daba a la plaza, y se comió la torta remojándola en el café, mientras pensaba "la plaza es de ellos, la estatua, esos árboles, los carros, mis mismos pensamientos, ña ni yuyani en mío propio simi, no hay nada, hay que empezar todo otra vez". De repente se encontró sonriendo, el café caliente y la torta fresca le levantaron el ánimo y se notó en su cabeza "si que si, es un gran día para caminar".
     Con el estómago lleno se para de la mesa, desdobla un sombrero de tela que lleva en el bolso y emprende la caminata, "las mujeres somos grandes caminadoras, somos grandes hacedoras, la mujer que no hace está perdida, le toca vivir de esclava, como las chinas, esos chino y el zen, con esa filosofía de estarse quieto de que el universo se empareja, pero ellos de quietos nada, nada de nada, acá me quedo quieta y se meten en la casa en busca de pepitas de oro, estarse quieto es para los otros, ese que se queda quieta está perdido, y la mujer que se queda quieta está doblemente perdida y doblemente abusada, me cache en las mujeres calladas". Así emprende la caminata Alejandra Lunares, que mujer, campesina y revolucionaria, lleva todas las de perder, por cualquier camino que decida emprender.
     El sol sale y no importa que tan fresca sea la mañana, pica, "mejor el sol que la lluvia, aunque la lluvia es buena y riega, con el solsito se puede caminar", llega hasta la primera casa, todavía en el pueblo, bien construida de ladrillo, a su encuentro sale un hombre y por la puerta asoma una mujer, la conocen, o por lo menos saben quién es, la invitan a pasar, pasa y se sienta, la estancia oscura y fresca, deja dos folletos, habla veinte minutos:
     - Mire que el imperio está sobre nosotros, y ya no nos quedan muchas maneras de luchar, y no hay nada bueno ya, no hay a quién pedir ayuda ni dónde recostarse, porque el enemigo tiene máscaras y personajes, y sabe cosas que nosotros no, así que lo que tenemos es lo que conocemos de siempre, que estamos nosotros, que tenemos la tierra, que los tiempos son necesarios y que al campesino nunca nadie le regaló nada, quién dice que trae mejoras trae muerte.
     Termina, ve la hora, se va medio apurada.
     Y es que ella sabe, "A este paso no termino más, si sigo así hoy como mucho hago diez casas, con suerte, seguro que me quedo en alguna a la hora del almuerzo, me tocará pasar la siesta bajo algún árbol, tendría que traer la bicicleta, pero estos lugares, estos lugares hay que caminarlos."
De frente ve una señora que viene caminando con dos niños, ya está por las afueras, más en el campo, cuando se cruzan la saluda. La conocen, saben quién es. Le entrega panfletos, siguen su camino, "es que así no puedo, por cada uno con el que yo hablo, ellos hablan con diez mil o cien mil".
     Se acerca a otra casa, esta ya más precaria, le dan agua, está cansada. Mientras habla descansa.
     Así todo el día hasta la tarde, vuelve al autobús, a buscar su bici, y después a su casa.
     En su casa habla con su madre, ya anciana, y con Roberto, compañero de lucha:
     - M'ija caminó mucho hoy.
     - No lo suficiente Madre.
     - Siempre es suficiente Alejandra, que no se te olvide, una persona es una persona.
     - Escúchelo al Berto M'ijita que es bueno y sabe lo que dice.
     - Si Madre, lo escucho. ¿Y tu Berto?
     - Muy bien, junté unos diez vecinos por los lados de la cañada, cerca del cerro.
     - ¿Dejaste folletos?
     - Deje. Fui a la radio también, te quieren por ahí Alejandra, tienes que ir a hablar con esa gente.
     - ¿Otra vez Berto? si fui el mes pasado.
     - Pero quieren que vayas, todavía se preguntan como hicimos para movilizar tanta gente para parar la obra.
     - Ninguno de ellos fue.
     - Pero están ahí, en la radio, difundiendo, eso es algo.
     - Las palabras las palabras, hay que ir, hay que ponerse, si no no hay nada. Pero bueno Berto, ¿Vamos a hablar de eso otra vez?
     - No, no, ya lo hablamos.
     - ¿Quieres comer algo M'ija? no se me moleste con el Berto.
     - Claro que si Madre, tengo mucha hambre, y no, no estoy molesta con el Berto.
     - Y tu Bertito, estás muy flaco tu, y con ese bigote te vez más flaco todavía.
     - Claro Madre.
     - Pues a comer, hay guiso y pan de Doña Anastasia, para tomar hay vino.
     - Gracias Doña, eso suena muy bien.
     - Que rico Mami, que rico.
     Mientras Alejandra daba vueltas en la cama y pensaba en el día, tres hombres de la capital de acercaron despacio en un auto por la calle de tierra, noche cerrada, pueblo durmiendo. Les dieron un auto de marca y mil dólares a cada uno. Los levantaron de la esquina de Sarmiento y Tuyumeni, dónde se juntan los malandros de medio pelo, los tres, conocidos por la policía, han estado presos y tienen una larga lista de delitos. Ya le habían dicho a quién los buscó, "búscate tres que estén bien quemados por la pasta base y el vino de caja, tres bien brutos, que tengan miedo de caer en cana y no tengan ni dónde caerse muertos, que no piensen, les damos lujos y droga buena por una semana y los dejamos listos", los tres hombres llegaron hasta la casa, vieron las fotos en sus celulares y comprobaron que era la misma, se bajaron rápido, uno se quedó en la puerta, dos entraron por una ventana del costado, que aunque cerrada, no estaba trabada, encontraron a Alejandra en su cuarto, sentada en la cama, viéndolos a los ojos sin pestañear, sin gritar, sabiendo, y así, con la frente en alto y los ojos bien abiertos, Alejandra Lunares recibió nueve tiros y quedó muerta en su cama. A su madre la despertó el estruendo y enseguida supo. Los vecinos vieron que huía un auto gris o plateado, de una marca o tal vez de otra.
     La policía está investigando.  

Moto y tiros.

     Yo sé que a la gente le gusta escuchar historias de motos y tiros, el problema claro está en que generalmente las personas que están involucradas en ese tipo de historias no las transcriben, las cuentan nada más, y existen y son muchas, pero el público no tiene acceso, y en la prensa no se puede confiar, que dicen "delincuente en moto" y listo, san se acabo, nada de información jugosa como traen los crímenes pasionales o los relatos de fútbol. Por eso yo tuve tanta suerte de escuchar la siguiente historia, que inesperadamente y sin explicación me contaron y paso a contar:
     A Julian lo reconocí en un supermercado, yo lo había visto antes frente a un kiosko, arma en mano, frente a la pequeña ventana que queda entre las rejas, buenos tiempos aquellos en los que el kioskero no atendía como preso, pidiendo la plata, yo pasaba en un autobús que justo se paró en la esquina, lo que permitió que yo y la señora de enfrente nos percatáramos plenamente del espectáculo, es más, tuvimos la pequeña discusión, necesaria y urbana, de si bajarnos o no para servir de testigos, y ambos nos convencimos que entre las declaraciones, las acusaciones, los tiempo y la inoperancia de la policía sumada a una posible represalia por parte de los delincuentes, no valía la pena sumar dos testigos más a una causa que, dadas la hora del día y el lugar del hecho, iba a tener participación de sobra, así que bueno, me fui con una historia que no mucho después se une con ésta, porque al poco tiempo lo vi en el supermercado al mismo tipo, y yo pensando que volvía al robo, salí medio disparado de ahí , y él lo notó, y me siguió, y me agarró del brazo, oiga qué le pasa me dice, frente a mí un muchacho limpio, bien vestido, bien hablado, no muy alto, no llega al metro setenta, medio rubión de ojos oscuros, no transmitía alarma, entonces me dijo, déjeme que le explique, yo ya sé qué pasa yo sabía que un día iba a pasar que me iban a reconocer, y yo que le digo que no que deje que no pasa nada, y el no, le explico, tomemos acá un café y le explico, y así medio a los empujones, me sentó en uno de estos cafés que tanto abundan a las afueras de los supermercados grandes, y me dijo así no más, a mi me agarraron por la moto, le cuento, y algo así fue lo que me dijo:
     "A mi me encantan las motos vio, siempre me gustaron, me gustan grandes, me gustan rápidas, me gusta correr, me compré mi primera moto a las 12 años, una enduro cross, me caí como veinte veces de esa moto, pero nunca más me he vuelto a caer, siempre compré y tuve motos, y siempre mejores, ahora tengo una ducatti, sabe cuantas ducattis como la mía hay en esta ciudad, 4, nada más, si nunca corrí profesional es porque en este país no existe y sé que no tengo chance afuera, igual no lo necesito, yo con tener mi moto me basta, y todo el mundo sabe esto, todo el mundo sabe que soy bueno y rápido en la moto, y en mi barrio como todos los barrios, uno es niño, y de niño nadie es malo, todos jugamos juntos, y de ese grupo de amigos, uno, el Carlitos, se fue por el mal camino, mal enserio vio, hasta preso estuvo el Carlitos, y yo como siempre fue amigo, siempre hablé con él, y un día alguien que él conocía, que no sé si era amigo de él o no, nos vio en la calle, y me reconoció, y me dijo, tu eres el de las motos, este tipo era flaquito, y chiquito, más pequeño que yo, andaba siempre con un jean y una camisa medio bonita, buen celular, tranquilo, se veía que era chorro, no quiero discriminar pero el tipo veía todo y hacía comentarios de precios, y esto vale tanto y esto vale lo otro, y este tiene esto, todo así, Carlitos se dio cuenta que yo me di cuenta y de alguna manera quiso protegerme, o no, pero se lo llevó al tipo ese, y bueno, llegó el tipo ese un día a mi casa, y me saluda, era de tardecita y me dice, vamos a robar, y me saca un arma y me la muestra, y me dice tu manejas esa moto, una chinasa de mierda que seguro se había robado, que debe ser la que usted vio ese día en el kiosco, una 125, al final buena, pero pequeña, yo dudé obvio, bueno primero me paralicé, estábamos frente a mi casa que aunque clase media algo tenemos, mi vieja estaba adentro, y tenía miedo, yo no soy un hombre de armas, así que la verdad, la verdad es que ahí me dio mucho miedo, él me seguía señalando la moto, y la moto me tranquilizo, que siempre me tranquilizan, así que me subí adelante, él se subió enseguida, no sé que hizo con el arma, y bueno, me llevó al kiosco y ahí me dijo, bájate y roba, y yo estaba nervioso, y mire no sé cómo lo hice, pero lo hice, fue rápido, me dieron la plata, bastante por cierto, y nada más, y cuando usted me vio supe que me había reconocido, no lo he vuelto a hacer, se lo juro, sabía que algún día alguien me iba a reconocer, su cara de susto me dijo todo".
     Nos quedamos en Silencio un largo rato, entonces continuó:
     "Yo lo tengo que contar, porque no se lo he contado a nadie, y usted sabe que cuando llegamos al kiosco y él me dijo que tenía que robar me puse tan nervioso que se ve que largué mucha adrenalina, y mamita querida, cuando volví a la moto, con el corazón a mil, yo lo que necesitaba era velocidad, dura, y ahí no más se ve que el Carlitos se dio cuenta y me abrazo con fuerza y yo pensé, china aguanta que te quemo, y señor mio usted no sabe lo que fue eso, hasta en la vereda me subí dos veces evitando el tráfico, pasaba autos, semáforos, todo, puro ruido y velocidad, nadie nos seguía, nadie nada porque yo ni registraba, ni sabía lo que pasaba, yo veía al frente y aceleraba, y pensaba que tenía un movimiento para evitar lo que tenía en frente y nada más, y pensar es un decir, porque nada, era duro y rápido, un movimiento, nada más, no podía pensar más, y dale, y duro y por el tráfico y a fondo, usted sabe lo que es darle a fondo, esa moto estaba medio preparada, porque iba muy rápido, largué todo, y me entendí bien con esa china, los cambios entraban como manteca, y cuando la exigía respondía, dos veces me rocé el brazo con algún espejo, o con algo, no sé, me tranquilicé recién en una recta, que no vi nada adelante y supe que tenía un segundo para pensar, y ahí empiezo a tomar un poco de conciencia y bajo la velocidad, y ahí siento que el Carlos me suelta con una mano, que yo hasta me había olvidado que lo cargaba al flaquito, y así sin nada de aviso el tipo hecha un tiro al aíre, y eso fue como que me inyectaran con la peor de las drogas, el cuetaso calienta la sangre y nubla la razón, eso era darle y quemar, con cada tiro, porque el hombre sabía lo que hacía, y tiró un par de veces, para ponerme en movimiento, cuando me di cuenta habíamos atravesado media ciudad y no teníamos nafta, y ahí me dijo párate acá, me paré, se bajó, me dijo bájate, la moto ya queda ahí, anda a tu casa loco de mierda no te quiero volver a ver, se fue y más nunca lo vi, no sé que pasó con los tiros, no sé que pasó con el kiosco, no sé nada y no lo he vuelto hacer, y usted sabe que voy rápido ahora, y me animo, pero nada cómo cuando escuchaba esos tiros, nada".
     Dejó cien pesos en la mesa y se fue, diciendo, mi nombre es Julian un placer, yo le dije, muchacho compró un arma cierto? y contestó, claro usted porta?, y yo le dije portaba, y otra cosa, el casco porqué se lo sacó? y me contestó, de los nervios no sabía lo que hacía.  

El poder de la planta.


El mate verde, la pipa llena de hojas. La sabiduría eterna de la semilla, todo lo que será ya es, queda esperar las condiciones adecuadas para un desarrollo al máximo de su potencial. Existe la voluntad de crecimiento? la planta busca el sol. Revolvía en la basura y pensaba, cuanto desperdicio, tenía guantes, los había conseguido en la basura, nuevos, tenía dos bolsas y una caja; una bolsa para plástico la otra para latas, y la caja para comida. Movía las tres cosas con uno de esos pequeños carros de dos ruedas que se desarman. El verano es bueno, pensaba el hombre. Se acercó a una plaza y se sentó en un banco, aprontó un mate y se armó un cigarro de hojas. Miró a los lejos dos policías que de seguro lo ignorarían. El banco en el que estaba sentado le indicó la fecha, la hora y la temperatura terminando con un comercial de Pepsi. Abrió la caja de la comida, se comió una banana en perfectas condiciones y guardó la cáscara en la caja. Sacó un sandwich que se vencía ese mismo día, de jamón y queso, lo sacó de la bandeja de plástico en el que venía y guardó el envase en la caja. Dio dos mordiscos y pensó que le vendría bien un poco de tomate, así que buscó en la caja y encontró un tomate muy maduro en un extremo, sacó del bolsillo del pantalón la pequeña navaja del ejercito suizo y cortó la parte madura y la metió en la caja, lo que hizo entonces fue juntar en el envase del sandwich la cascara de banana y el tomate maduro, cortó lo que quedó del tomate en rodajas y se las puso al sandwich, así estaba bueno. Terminó el sandwich y el banco le recordó de nuevo la información, también reiteró el comercial de Pepsi. Buscó en su bolsillo unas monedas, las contó, separó una y se fue hasta la maquina de café, sacó un café negro, bien caliente y volvió al banco. Entonces claro, la clave de la semilla es la efectividad, el desenvolvimiento pleno de sus elementos naturales. Mientras se tomaba el café pensaba en lo obvio. 

Amistad.

- Guats ap gansta!!!!!
Trabajando como negro - 

- Y eres muy blanco así que es una desgracia.

? -

- Acabo de encender uno, y en un rato me voy a 
 poner a laburar, vienes?

Que hijo de puta -

- Adeeeeeeeeeentro.

-Vienes? 

Imposible, no te fumes todo - 

- Esclavo de mierda.

Hippie - 

- Tu mujer te manda saludos, pero con la mano 
porque tiene la boca ocupada.

Mi mujer nunca se la chuparía a un pobre - 

- Es verdad es a ti al que le gusta sucia.

Finísimo - 

- Ven.

Imposible - 

- Que esclavo de mierda

Que hippie de mierda -

- Y qué más?

Estoy trabajando!!! -

- Daaaaaaaaale.

Qué se yo, todavía no encuentro depto -

- Cómo puede ser?!!! que tipo....

- Vas a terminar viviendo en la calle, rico y en 
la calle, todavía no te defines y tienes casi 
cuarenta, looser

- Todo el día ahí sentado, ganando kilos , y no 
tienes ni dónde vivir, eres la alfombra de 
bienvenida en la escalera corporativa

No es un tema de plata -

- Maldito burgues

- Es un tema de que no encuentras nada que te 
guste, y la ciudad es una mierda, y blah blah 
blah

Exacto -

- Igual qué más te da lo único que tienes es un 
puto TV gigante, que bruto que eres por dios

- Ni un puto cuadro

- Ni uno

Tengo libros -

- Si es verdad tienes libros

Igual no sabemos, puede ser un buen -
momento para hacer un  
viaje, españa, francia, tal vez  
inglaterra  

- Tu vida de playboy me da asco, dale vas a 
   venir o no?

Imposible -

- Es el momento, la mañana está hermosa, el 
   patio está que vibra.

Si te escucharas, estás deteniendo  
 el progreso     

- Gracias

- Puedes venir, no eres para nada necesario

Algo lo soy -

- No, nada

Alguien tiene que firmar los cheques - 

- No, nadie, eso lo hacen las computadoras, 
 eres obsoleto, si limpiaras baños serias 
 necesario, ahora ven a fumar un porro

Imposible, no tengo excusa, y hay trabajo -

- Que hijo de puta, me voy a quedar acá y me 
voy a fumar todo y me voy a quedar sin 
droga, y después vas a venir a llorar, y no 
vamos a poder trabajar y se va a ir todo 
al carajo

- No vamos a terminar el corto

- La canción se va a ir a la mierda

- Ni hablar de terminar el juego

- El campeonato de paleta, si seguimos con 
  este paso no llegamos ni a la segunda ronda 
  y planeamos seis, tal vez demasiadas, 
  para ya está ya empezamos.

- Y el Mrk57 ese nos está haciendo el orto online

Bueno no te acabes todo y listo -

- A bueno, esto es el colmo, que te pasa 
  hoy, estás tarado 

Tengo mucho laburo - 

- Jodete por pelotudo, me fui

Para -  

Bueno -  

Voy a la noche -

- No

Dame un rato -

- Ya me empiezo a armar otro

Lo peor es que sé que es verdad -

Dos horas, dame dos horas -

Tengo que terminar esto si o si -

Dale maricón -

- Me voy a poner a ver death proof, si no estás 
 acá para cuando aparece el segundo grupo de
 mujeres, no vengas, porque ya me fui a la 
 mierda

Eres una peste -

- Bueno no vengas

Espera - 

Dos hora, dame dos horas y la pones -

- Dos horas? demasiado.

Escalas! ponte a hacer escalas, estoy seguro -
que hoy no hiciste   

Unas escalitas - 

- Media hora y pongo play .

Una, dame una hora -

Haces escalas... -

- Una hora de escalas, y si me haces esperar al
  pedo te repito la clase de star wars.

No por todos los cielos, una, dale,- 
una y le das play   

- Una y pongo play, me fui

Cuando mis empleados se queden sin -
trabajo y mi mujer viva en la calle ya 
saben a quien culpar 

- Tu y tus empleados son todos infelices lo 
mejor que les puede pasar es que esa oficina 
cierre a la mierda, y tu mujer dice que no le 
importa, que igual no sabes coger, ningún 
ejecutivo sabe

Llevo algo - 

- Claro, acá no hay nada

Peste - 

- Burgués

Chupa sangre - 

- Me fui las escalas me llaman, puedes dejar 
  de distraerme!!!!

Vas a esperar? -

Peste -

El día que Huan y Lhei se olieron.

     Se movía inquieto en el cuarto de tres por dos. La cama estaba guardada, bien hecha, junto con la mesa, si ella quería ordenar comida la sacaría, se había asegurado de limpiarla bien. Había escogido como mobiliario un sillón de dos plazas y una pequeña mesa en el centro. Para las paredes eligió la vista de la ciudad, la vista que tendría su espacio si diera a una pared exterior y no a otro departamento, en un piso cuarenta y dos, casi en el centro de cien unidades iguales a la de él. Había comprado una botella de vino, unos cubos de queso, algunas zanahorias, galletas de harina y orégano, y unas bolitas de soja rellenas de pollo que calentaría cuando ella se sentara. Huan tenía todo bien preparado. Solo él sabía cuanto le había costado conseguir a alguien que realmente le agradara, horas y horas, días, meses en las redes mirando fotos, estudiando perfiles, viendo vídeos, escuchando la música que compartían. Había llegado bastante lejos con un par, hasta se vio en persona con dos, pero ninguna le había atraído tanto como Lhei. Estaba ansioso, pero con la ansiedad que genera una carrera o algo sabido, porque sabía que ella iba a ser puntual, y a sí fue, a las 7:01, sonó el timbre del edificio, él la hizo subir y tres minutos después le abría la puerta de su espacio. Huan la hizo pasar:

- Hola Lhei.

- Hola Huan.

- Pasa por favor, gracias por venir.

- Gracias por invitarme.

- Estoy nervioso.

- Yo también, pero hasta que no nos conozcamos mejor llevo mi pulsera de pánico, mujer precavida.

- Yo también la llevo, no te preocupes, siéntate.

- Gracias, traje vino.

- Yo también compré, gracias por traer. Abrimos la tuya.
     
      Por suerte era delgado, muchos ya saben mentir a través del vídeo, cuando los ves son más gordos, o más viejos, o más o menos de todo. Me encantó que abriera mi botella de vino, lo mismo que usara una pulsera de pánico y no tuviera vergüenza de mostrarla, lo vi como una señal de que era un hombre sensible y sin miedo a mostrarse realmente, muchos hombres se burlan de la pulsera. Sabía que el departamento iba a ser chico, en Buenos Aires ya no hay espacio, nadie tiene espacio, por qué lo tendría él, me gusto también que haya escogido la vista de la ciudad, todos los motivos son válidos, pero para una primera cita la mejor es escoger lo más neutral, y la ventana siempre es lo más neutral. Fue cuidadoso con todo, eso significaba que no tomó el hecho de que fuera a su casa como una victoria segura, como hace la gran mayoría, sino como el principio de la guerra, la cama estaba guardada, y había escogido un lindo sillón y una mesita que llenó con comida. Él estaba hermoso, con un pantalón azul y una camisa verde y rosa, olía bien, pero no a perfume, yo estaba muy caliente y con muchas ganas de acostarme con él.

- Tenía muchas ganas de conocerte, y puedo decir con sinceridad que eres mucho más linda en persona.

     Habían tenido varias conversaciones telefónicas, otras tantas por video, habían visto tres películas juntos.
- Si yo también a ti.

- Come por favor, te soy honesto, tengo mucha hambre, te estaba esperando con ansiedad y eso da hambre, así que permiso. Gran vino, gracias.

- Si, no soy muy gastadora pero me gusta el buen vino.

- Una vez fui a una bodega que tenía viñedo, les hicimos un logo para una etiqueta, ha sido la única vez que trabajamos con vino, nos dieron un pequeño tour, vimos las maquinas cosechadoras, las uvas, unos tanques gigantes que convierten el jugo en vino, después dónde guardan parte, el bueno, en barriles que todavía hacen a mano y de madera, y después dónde lo embotellan.

- Acabas de describir todo el proceso y de una manera bastante pobre.

- Si me di cuenta cuando llegué al embotellado.
    
     Realmente había traído un vino muy rico, yo no sé mucho, pero por el trabajo con la etiqueta y por el sabor nuevo imaginé que era muy bueno, y al final lo era, lo checkee en un momento mientras ella iba al baño. Desde que cruzó la puerta me dieron ganas de morderle el cuello, agarrarle las nalgas, besarla, y estaba contento, aunque no lo mostraba en las fotos, y es más, hacía un gran esfuerzo por ocultarlo, noté enseguida que tenía buenas tetas, lo suficiente como para decir que las tenía grandes, yo siempre he sido un hombre de tetas, imagino que todos los hombres también lo son, obviamente lo escondía como un proceso de selección, inteligente y calculadora, esto me tranquilizó muchísimo, y me abrió el apetito, ella obviamente estaba en control, lo único que tenía que hacer yo era comportarme correctamente, e insistir un poco a ver si ella también quería, me había costado mucho encontrar a alguien que me gustara realmente. Así que comimos y hablamos.

- Me llamó la atención siempre que no eres de hacer muchos vídeos, la mayoría de los hombres tienen miles de miles públicos, quién sabe cuantos privados. Tu tienes pocos.

- Si, no llego mucho al video, paso más tiempo con fotos y viendo lo que comparten. Hago vídeos privados como todo el mundo, no desde que dijimos de mantener los privados entre nosotros, he sido fiel con eso.

- Yo también.

- Tu si tienes muchísimos.

- Si. Yo pienso que para qué me voy a meter en la cabeza de alguien si tiene una voz horrible o me habla con un sombrero estúpido puesto, o tiene en la pared un escenario ridículo, prefiero poner el video, muchas veces no llego ni a dos segundos y ya los tengo bloqueados. Cuando hablé contigo solo había pasado lo del comentario, me había reído mucho con lo que dijiste, te dije que si al video, de una.

- Yo antes de escribirte vi tus cosas por largo rato.

- Yo pensé que me ibas a escribir enseguida .

- Y yo que me ibas a escribir antes de pedirme video.

     Antes de terminar la botella de vino, me intentó besar, y yo lo dejé, y me gustó mucho.

     Me dejó besarla rápido y me encantó.


     Después del beso siguieron hablando, hablaron de sus trabajos, de sus amigos, de sus familias, ella en un momento se paró para ir al baño, el lugar era pequeño pero con baño propio, cuando entró y vio que estaba todo limpio decidió acostarse con él definitivamente.


Kombi, Lluvia y Jazz.


     Yo lo había visto a él en el taller literario, él fue a la primera clase y después no pudo ir más porque tenía que quedarse a cuidar a sus hijas, por eso y porque odiaba profundamente al tipo que daba el taller, él y todos los que fuimos a ese taller, el primero día éramos catorce, el segundo fueron tres, y al final quedó el tipo solo con una viejita, que se joda por pelotudo, bueno no importa, no quería contar sobre lo pelotudo que es el tipo que daba el taller literario, quería contar sobre él, después lo vi en las clases de música, él estaba aprendiendo a tocar la trompeta y yo iba para practicar el saxo y preparar un par de temas para ver si me animo a tocar en público de una vez por todas, mi relación con el saxo es rara, yo no soy un músico de fogón, estoy casi seguro que no tengo nada de oído, y no me sé ninguna canción, me gusta agarrar el instrumento y tocar, muy afinado, lo que a mi me de la gana, bueno esto tampoco es sobre mi relación con el saxofón, el tema es que ahí lo vi otra vez, al final de una de las clase nos pusimos a charlar y en un momento yo tuve que cortar la conversación porque tenía que salir para la radio a dar las noticias, entonces fue cuando él me dijo que hace un tiempo tenía un programa de radio, en la misma estación en la que yo estaba, la comunitaria, un programa de jazz, pero que lo había dejado porque nadie lo escuchaba, entonces yo le dije, hey yo te escuchaba, tu programa una vez casi me salva la vida, y le conté que yo vivía en la Kombi, fue un tiempo que pasé solo con mi perra, un tiempo de mierda, no tenía un mango, me habían robado el celular y la billetera y no tenía suficiente dinero para alquilar nada, así que estaba durmiendo en el auto, en una playa de estacionamiento, en un colchón arriba de libros, mi cara quedaba a veinte centímetros del techo, con la ropa tirada en el asiento delantero, era verano y estaba cerca del mar, pero fue justo un verano muy lluvioso, y me pasaba horas adentro del auto, aturdido por la lluvia que golpeaba en el techo, agua contra lata, mi perra una genia siempre pendiente de hacerme un cariño, y yo a ella, el tema es que me había comprado un celular muy barato pero que tenía radio, y yo lo descubrí una noche que estaba lloviendo mucho y a mi se me había olvidado comprar comida, para comer lo único que tenía eran unas galletas y para tomar un poco de agua, una situación bastante desesperante si se le agrega que estaba en un país extranjero, sin familiares o amigos, entonces me puse a jugar con el celular y encontré que tenía radio, y la única estación que agarré fue la local comunitaria, porque estaba cerca, y justo estaba empezando un programa de jazz, yo tenía como un mes sin tocar porque el saxo había quedado escondido bajo cajas de libros, y escuchar eso fue maravilloso, costaba escuchar porque el golpeteo de la lluvia era muy fuerte, pero se escuchaba, la programación era salteada, jazz de todas las décadas y todos los estilos, una buena hora y media, casi dos, y bueno, fue un poco salvador, nada milagroso o extravagante, pero si justo y suficiente, se lo dije a él porque él me dijo que pensaba que nadie lo escuchaba y por eso había dejado de hacer el programa, y yo le dije, hay que hacer, porque siempre hay alguien que escucha.   

Fumar.

     El hombre se sentó frente a mi en una pequeña mesa redonda. Tenía una chaqueta de cuero marrón liviana, en la cabeza una boina marrón gastada dejaba salir un pelo corto gris, no recuerdo su camisa, pero tenía un color claro, recuerdo que era flaco, de unos cincuenta años, llevaba una barba fuerte de un día o dos, canosa, tenía los ojos verdes, un poco grises, y te podía sostener la mirada.
     Se sacó los zapatos, y del bolsillo de la chaqueta, una cartuchera de cuero marrón gastada, la abrió, sacó papel de liar, una lata de tabaco, pidió un café en alemán, y muy lentamente pero con gran firmeza, comenzó a armar un cigarrillo.
     Tomó el papel y lo acarició en su longitud con la punta de los dedos, con ambas manos, del centro hacia afuera, lo hizo dos veces, lo sostuvo con la mano izquierda y con la derecha tomó un poco de tabaco, lo pesó, y moviendo ligeramente la yema de los dedos soltó algunas hebras de nuevo en la lata, pesó de nuevo, volvió a un ligero movimiento de yemas y soltó un par de hebras más, pesó una vez más, conforme, soltó suavemente sobre el papel las hebras, parecían caer una a la vez, tal vez caían de a dos, movía a veces ligeramente la mano en la longitud del papel para esparcir el tabaco un poco más, cuando las hebras terminaron de caer, tomó el papelillo con ambas manos y con un movimiento en dos partes, lió el cigarrillo, primero con los pulgares rodó el papel hacia abajo, frente a sí, levantando la parte de afuera, y después los pulgares empujaron hacia dentro y se deslizaron hacia arriba, el tubo quedó armado. Sacó de la cartuchera un encendedor plateado mientras el mozo le traía el café, se llevó el cigarrillo a los labios, el encendedor encendió a la primera.
     El Hombre tomaba caladas lentas, intensas y cortas, parecía llenar sus pulmones mitad con humo, mitad con aire.
     No recuerdo que hizo con el café, sé que pidió otro, y que repitió la operación del cigarrillo.

Fi

y
a

ver
sirve
aprender
y embriagarse
continuamente de todo
aun sabiendo que todo es infinito 

Una de verdad.

Vivía solo en un edificio de cuatro pisos y cuarenta departamentos, en medio de un basural y al lado de una de las villas más calientes de la ciudad. Solo. No vivía nadie más en el edificio. El edificio no tenía puerta, y la puerta de mi departamento no tenía rejas, tampoco tenía rejas en las ventanas que daban a los pasillos, una situación de vulnerabilidad extrema. Una noche, volviendo de la feria, tenía que cerrar temprano el puesto de libros porque si volvía tarde por la noche seguro que me asaltaban, había un auto estacionado afuera del edificio, entro, todas las luces del edificio encendidas, me pareció muy raro, subo a mi departamento, yo estaba en el cuarto piso, y cuando entro siento pisadas en el techo, subo, cuatro policías de investigación me rodearon y me empezaron a empujar con las pajeras, había doce en el techo, no me golpeaban pero si eran muy firmes, quien sos vos pibe? qué hacés acá? yo vivo acá les digo, todos se quedaron en silencio, al rato uno me pregunta, vos vivís acá?, si le digo, silencio, se abrieron, no me hablaron más. Le pregunté a uno que qué hacían acá, nos estamos por mover sobre alguien en la villa me contestó, uno de los que se escapó de la comisaría de Maipu la semana pasada, y me preguntó, vos viste un gol blanco? si claro que había visto un gol blanco, dos noches atrás estaba acostado y empecé a escuchar tiros, las balaceras eran normales así que me asomé por la ventana a ver si veía a algún recurrente, vi el gol blanco, iba rapidísimo por el medio de las montañas de basura, se estaba tiroteando con los guardias de seguridad de la construcción de enfrente, no le dije al policía, no no vi nada. Bajé a mi departamento, toda la noche escuché las pisadas en el techo, como a las cuatro de la mañana los escuché a todos bajando de golpe por las escaleras, no los vi más. El edifico estaba pegado a otra construcción, una fabrica abandonada llena de túneles, torres y planchones de cemento, ahí cuidaban un par de policías, y siempre charlaba con ellos, y siempre me ofrecían armas, todos me ofrecieron armas o me decían, agarrá cartuchos, hacete una tumbera, vos acá necesitas protección. Mis amigos iban muy poco a visitarme, y cuando iban se iban tempranito, empezaba a caer el sol y partían, les gustaba ir a ver las peleas que se armaban en la villa, los pibes de trece y catorce vivían a las piñas, en especial se agarraban los del ferrocarril contra los del galpón. Estuve viviendo así más o menos dos meses, me costaba dormir, mi amigo Víctor me daba tes sedantes, pero la verdad era que me daba miedo quedarme dormido, era muy fácil entrar en el edificio y era obvio que solo vivía una persona. Me quedaba por la noche, con la luz apagada, porque cuando la luz estaba encendida me tiraban piedras, el setenta por ciento de los vidrios del edificio estaban rotos, y aunque tenía puesta una media sombra muchas la pasaban, y me ponía escribir, en la maquina eléctrica, horas y horas por la noche, en la oscuridad, con el ruido sedante del tecleo, solo en ese edificio, muchas veces recibía negativas de las editoriales en esa condiciones y todavía hasta el día de hoy, no sé muy bien que sentir con respecto a eso. A los dos meses se mudó otro flaco, un divino, en el segundo piso, los de la villa lo recibieron con un tiro de veintidós, a él no le pasó nada, solo le rompieron el vidrio del balcón, un huequito, nada más, valiente el flaco, no arrugó y se quedó tranquilo. Un día él estaba volviendo tarde del trabajo, venía borracho, me llamó para que saliera a recibirlo, venía en taxi, hasta la esquina porque los taxistas no entraban por entre la basura, salí, llegó haciendo escándalo, y me dijo entre lagrimas y risas, nadie viene a visitarnos, mis amigos no quieren venir a verme, nadie viene, no le digo, generalmente la gente se aleja de estas situaciones. El ascensor no funcionaba.  

Luis Masliah.


      Aunque era un hombre de tierra, Luis Masliah daba la sensación de ser un pez de mar, funcional y aerodinámico. Luis se dedicó a la investigación privada para no lidiar con los otros. Había sido un gran policía, y podría haber llegado a ser un gran detective de homicidios, su carácter observador y estudioso lo hubieran llevado a resolver muchos casos, pero lidiar con los otros lo alejó de la fuerza. Luis se sentaba horas en su auto a escuchar música, solo escuchando electrónico, Aphex Twin, Chemical Brothers, Gabin, Kruder & Dorfmeister, mientras fumaba marihuana. Así se resolvían los casos, todos los casos, escogiendo con criterio y esperando. Últimamente venía teniendo suerte, con un caso al mes vivía bien, y en los últimos seis meses había hecho tres por mes, casi todos de sospecha de engaño, todas confirmadas por supuesto, eran muy pocas las veces con las que se encontraba con una falsa sospecha, de esto no sacaba ninguna conclusión. Luis era flaco, su dieta era variada pero estricta, se alejaba de los alimentos procesados y las gaseosas. Las bebidas alcohólicas las tomaba puras y con hielo. Eran las dos de la tarde de un día de otoño, estaba en su auto escuchando Thievery Corporation, estacionado en las afueras de la ciudad frente a una fábrica, tal vez abandonada, y un albergue transitorio de nivel medio, esperando que apareciera el Ford Focus Azul de la mujer de su cliente cuando algo del otro lado de la calle le llamó la atención, dos hombres cargaban una mujer entre ellos, como si estuviera borracha, y miraban culpables hacia todas las direcciones, él sabía que no lo verían, todos los policías saben que un hombre nervioso no sabe mirar. Llegaron hasta una puerta de metal en un edificio de dos pisos de ladrillo visto con ventanas en el segundo piso, el que tenía la campera marrón y los jeans gastados sacó con dificultad un manojo de llaves y abrió tres cerraduras, el otro que tenía una camisa de cuadros y unos pantalones beige sostenía a la joven, entraron en el edificio. Acá Luis, ya sabiendo todo lo que estaba ocurriendo, y pensando que la vida había sido buena con él y, después de todo, era muy bueno en lo que hacía y tenía su Beretta, realmente sería muy mala persona si se quedaba en el auto sin hacer nada. Sabía que adentro había uno o dos hombres sin contar los que habían entrado, sabía que seguro había más de una mujer adentro, y sabía que la policía de la zona era cómplice. La cercanía con el albergue no era casualidad. Tenía que esperar a que salieran los dos hombres. Esperó. Escuchó algo de Nouvelle Vague y algo de Morcheeba. Los dos hombres salieron, sin la mujer por supuesto. Tenía pocos menos de un minuto para tocar la puerta y que el hombre que estuviera adentro pensara que a alguno se le había olvidado algo. Salió de su Corolla gris, y trotó hasta la puerta, golpeó un par de veces con intensidad, veía a lo lejos como los dos hombres doblaron en la esquina, por suerte no habían volteado, pasaron unos trece segundos, y alguien empezó a destrabar las cerraduras, apenas abrieron la culata del arma encontró una nariz y sintió como se rompía bajo su peso, el golpe se repitió varias veces hasta asegurar inconsciencia. Enfrente solo unas escaleras, las subió despacio, ahí se encontró con un taller abandonado, sin divisiones, contra una pared cuatro camas de caño con colchones roñosos, tres ocupadas con mujeres amarradas, estudió bien el lugar, buscó baños y cuartos dónde pudiera haber alguien escondido, no encontró a nadie más, se sintió con suerte, desató a las mujeres, todas estaban inconscientes. Se acercó a la ventana, nadie pasaba por la calle. Se tomó un momento para pensar. Entonces, prodigiosamente, apareció el auto azul, bajó rápido las escaleras, el hombre continuaba inconsciente, sangraba bastante, y acá hizo lo posible por no pisar la sangre. Corrió hacia el auto que estaba por entrar en el estacionamiento del albergue. La mujer se asustó muchísimo cuando él le golpeó la ventana y ella en un intento desesperado y acostumbrada a vivir en una ciudad peligrosa, retrocedió con velocidad, pero él dijo el nombre de ella varias veces, y lo vio a los ojos, y dudó, y supo que había algo más, porque aquel que engaña conoce de realidades paralelas y situaciones complicadas. Detuvo el auto, y él le dijo, necesito ayuda ya, y sin que ella abriera la ventana él le dijo, tu esposo me contrató para seguirte, si me ayudas le miento. Silencio. Él insistió todavía a través de la ventana, hay mujeres en ese edificio las tenemos que sacar, entonces ella ya no dudó, bajó la ventana y le preguntó, qué hacemos, y él le explicó, tienes que estacionar el auto ahí en el frente las bajamos entre las dos y las llevas dónde yo te diga eso es todo. Un segundo más de duda por parte de ella, pero frente a la esclavitud ningún hombre o mujer duda, la libertad es por lo único que todos luchamos. La mujer estacionó el auto y Luis, más allá de la situación no pudo dejar de notar su belleza, estaba vestida con una calza negra y una camisa de deporte, obviamente su excusa era entrenar, era alta y esbelta, tenía el cabello negro y lacio, tenía la piel oliva de la mujer latina, también notó su valentía cuando pasó por arriba del cuerpo caído sin inmutarse. Si se sorprendió cuando vio a las mujeres en las camas. Con dificultad bajaron los tres cuerpos y los acomodaron en el auto de la mujer, Luis le dijo, tranquila le voy a decir a tu esposo que nada está pasando llévalas al hospital que está frente a la escuela de medicina yo le voy a mandar un mensaje a alguien que te va a estar esperando en la puerta de emergencias nadie te va a preguntar nada, entonces se cuestionó, y le preguntó, tu pareja por qué no aparece, y ella le dijo, si lo hizo vi su auto mientras gritabas mi nombre pero se fue obviamente pensó que era un robo y huyo como un cobarde hijo de puta, bueno dijo él, te salió barato. Ella partió, él volvió a su auto, arrancó y se fue en la dirección contraria, llamó a su amiga en el hospital y le explicó la situación, ella iba a estar lista, encendió la radió y escuchó un poco de Gorillaz, abrió la guantera y sacó uno de los armados que tenía ahí, le estaba dando hambre, tenía buen dinero, se iba a sentar en un restaurante a comer como un rey.  

Horroricienta.


Érase una vez, en un castillo a las afueras de Grotesburgo, vivía una princesa, paralítica, bruta y fea. Sus sirvientes la odiaban porque dejaba baba por todo el castillo. Se llamaba Horroricienta. Horroricienta vivió sola en el castillo hasta que se murió de tristeza. El mismo día de su muerte los sirvientes hicieron una fiesta, y al final se robaron todo, hasta la silla de ruedas. Todos abandonaron el castillo y la propiedad quedó sola y se hizo ruinas. Un día un Príncipe iba de paso en su caballo y se sintió interesado por el castillo, averiguó con las autoridades de Grotesburgo los pormenores de la propiedad, la adquirió al instante y mientras inventariaban las antigüedades sin valor que se encontraban en este, encontró en el sótano un retrato de Horroricienta en la silla de ruedas. Se enamoró al instante, de la silla de ruedas. En ese momento comenzó una búsqueda incansable por este objeto que se había quedado con su corazón. Diez caza recompensas entrenados buscaron por la comarca hasta que dieron con ella. La encontraron, en muy buen estado, en la casa del encargado de las alfombras del castillo, que la había utilizado para sacar objetos de valor mientras lo saqueaban la noche de la bacanal. La restauró, la protegió, y la utilizó con mucho amor. El príncipe rodaba por el castillo como un niño jugando y su felicidad se transmitía a todo aquel que lo conocía, todos querían trabajar con el príncipe feliz que rodaba a todos lados. Juntos, él y su silla, vivieron felices para siempre. Fin. 

El Árbol.

     Veía el árbol y se preguntaba: ¿Qué ven los otros? Esta vez no es una subjetividad estética o un capricho cultural, como dice Martita, ese árbol, está mal podado. El sol del verano parecía marcar con énfasis las ramas desordenadas. No es solo un tema de que sea bonito o no, ese árbol necesita crecer para arriba, desde hace mucho que lo vienen cortando mal.
     Él sabía que podía discutir con la dueña y ganar la discusión, porque desde un punto de vista lógico sus argumentos eran irrefutables, pero eso no importaba. Ese árbol es de ella, que eso quedara así fue su deseo y lo expresó muy claramente y frente a mí, él nada podía hacer al respecto, tener razón a veces no sirve para nada, la razón no otorga poder, la propiedad lo hace.
     Tenía ya rato mirándolo mientras hacía otras cosas, y se volvía a preguntar: ¿Qué ven los otros? A lo mejor ella no ve lo que yo veo, y sí, es eso, si ella viera lo que yo veo no pensaría así, lo vería bien y lo vería mal y entendería. Entonces el hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo y se fue a buscar a la mujer, y no la encontró, preguntó a su hijo que estaba arreglando el auto y el muchacho le dijo que no sabía, que se había ido a hacer algún trámite, que si necesitaba algo, no le dijo, nada, entonces le preguntó al hijo si le gustaba ese árbol y el dijo, mientras peleaba con el filtro de aire, que a él ese árbol no le importaba. 
      En su casa lo habían enseñado a respetar, y ahí precisamente estaba la causa de la mayoría de sus conflictos, el otro y sus límites lo detenían y determinaban, le costaba avanzar sobre los otros.
     Si le muestro, si lo ve como yo lo veo, va entender y le va a gustar. 
     Al Principio dudó mucho con las primeras ramas, parecía no tener la fuerza necesaria para realizar el corte, en cada corte dos resistencias, la biología y la educación. A medida que sacaba veía como le iba quedando fue avanzando con más y más seguridad y el conflicto seguro que iba a tener con la dueña se hacía más insignificante. Nada alienta más que la fuerza que otorga la búsqueda de la belleza.
     En un corte se equivocó. Trabajar bajo la presión que generaba que la dueña volviera y generara la discusión a media faena lo estaba haciendo cometer algunos errores de cálculo y le hacían fallar el ojo. A esto se le sumaba que había descuidado la otra tarea que estaba realizando, terminar el muro, que lo veía desde atrás avanzado en el tiempo acordado, pero aún sin terminar. Está vez de manera grosera, al nivel que se veía obligado a recortar otras ramas. 
     Ahora, si viene y yo no he terminado sí que sí que no tengo argumento que valga, porque no le voy a poder mostrar ella no va a poder ver y voy a perder. Lo mismo si sigo haciéndolo mal, si lo hago y ella llega y lo hice mal es todavía peor. De los dos prefiero el primero, la discusión, porque todavía me dejo un espacio para salir.Me tengo que tomar mi tiempo. 
     Se echó para atrás examinó el árbol se regaló un minuto de silencio para observarlo, a veinte metros el hijo reclinado sobre el motor generaba un agradable repiqueteo de metales.

Huckleberry Finn y un cerco verde.


(Cuento)

Blanco. Estoy casi seguro. Si, Huck Finn pintaba la cerca de blanco. No terminó, claro que no terminó, de eso va el libro no, o sí. Pintaba porque lo habían castigado, un regaño era, no, si, tengo que leer el libro de nuevo. Yo estoy pintando en verde, que no es blanco, pero bueno, estoy pintando muy mal, pero no importa, o si importa, pero no tanto como para que me digan nada, creo que se conforman con que esté mal pintado, está tan feo esto, no es feo, es desprolijo, pero eso es feo, con unificarlo con este color es una gran mejora, la pintura arregla todo. Estaba Huck al sol, si, claro que sí, de ahí al río, yo me podría ir al mar, me voy a ir al mar, claro que Huck era un niño y yo soy un hombre, un hombre pintando una cerca, de verde, mal pintada. Que hermoso día, tan lindo que no me importa estar acá, igual se está bien acá, te tratan bien, agua de botella cada vez que pides, te dan fruta, había queso esta mañana, no están encima de uno, podría hacerlo mejor, pero no quieren, quieren rápido, y bueno, a mi me importa, pero a ellos no, complicada la cosa, para hacer bien este trabajo me tengo que descontracturar, ir a peor tal vez, que no es realmente peor, es diferente, toda la vida planeando y midiendo y teniendo cuidado para que ahora, si quiero que me vaya bien, tengo que hacer totalmente lo contrario, igual tan bien no me fue con lo otro, porque terminé pintando cercas, pero bueno, tampoco tengo que hacer esto, podría no hacerlo, pero decidí hacerlo, que no era exactamente lo que hacia Huck, convenció a un par para que pintara por él, es más le daban cosas, los convencía para que pintaran y le pagaran, que genio, yo estoy ayudando gratis, no hace eso Huck, no, sé va por ahí, la pasa re bien, se divierte como le da la gana, después lo ponen de castigo a pintar un cerco, yo hice todo bien y terminé en el mismo lugar. Cómo se llamaba la segunda parte del libro, ah no, el que pinta el cerco es Tom Sawyer, claro, Huck Finn es el amigo y ese es el segundo libro, las aventuras de Huckleberry Finn, y a Tom lo castigaron por no ir al colegio, eso, si, por ahí va la cosa, y engaña a los otros chicos para que se queden pintando, eso, bueno bien. O el thiner me agudiza las neuronas o acabo de entender al Karate Kit.  

El Hombre.

    (Cuento)
   
    Mira la verdad es que siempre me enredo, quiero contar una historia simple, y siempre me termina pareciendo tonta y poco intelectual y la termino enrollando sin ningún sentido así que déjame que te cuenta esta así no más, y si sale mal sale mal y tu no me dices nada. La historia, es la siguiente, es la de un hombre que se va a vivir a la playa. Nada más. No hay gran intriga, es un hombre que larga todo al carajo y se muda a un pueblito de playa, y no es todo color de rosa, el tipo la pasa mal, tiene que trabajar en cosas que no le gustan, se cruza con gente que le hace daño, igual que a cualquiera, pero le pasa en un pueblito de playa, el pueblito de playa que el eligió, y eso la hace a mi parecer una historia interesante, no hay grandes conflictos, ni grandes desenlaces, nada extrema, pero es bonita, y es fácil.
     El hombre este vivía en una ciudad, una ciudad grande, trabajaba en una oficina en un edificio de veinte pisos, el trabajaba en el cuarto, en la planta bajo había un Mcdonalds. El susodicho tenía que pasar por el frente del Mcdonalds todas las mañanas. Iba al trabajo en tren subterraneo, tren que tomaba a diez cuadras de su departamento, un departamento de un dormitorio en un edificio de seis pisos en un barrio de clase media. Este hombre tenía una novia, que dormía varias veces con él. Este Hombre no tenía hijos. Este hombre era un infeliz. De Lunes a Sábado se levantaba a la seis de la mañana, tomaba el tren a las siete, llegaba al trabajo a las siete y media, trabajaba hasta las cinco, llegaba a su casa la seis, hacía alguna forma menor de entretenimiento y se iba a dormir. Tenía amigos, claro. Salía esporádicamente al teatro, al cine, por supuesto. También leía algún libro ocasionalmente, disfrutaba de bebidas alcohólicas y tenia sexo regularmente. Ser infeliz no tiene nada que ver con esas cosas, ser infeliz tiene que ver con lo que pasa en el centro mismo de tu cuerpo, en la profundidad absoluta de tu cabeza, tiene que ver contigo mismo y cómo te sientes con lo que estas haciendo. este hombre era infeliz. 
     Cómo cualquier otro siempre lamentaba el fin de sus vacaciones, pero en las vacaciones últimas algo había cambiado, este hombre es vez de lamentarse se preguntó, de una manera seria, porqué esto ha de terminar? y se lo siguió preguntando en la oficina, y se lo siguió preguntando en el teatro, y en el tren, por qué algo que me gusta tiene que acabar? , y cualquier hombre puede aguantar preguntarse si es correcto o no, pero un verdadero hombre no puede con la pregunta de si es verdadero o no, por qué se preguntaba, se empezó a preocupar, el por qué no lo abandonaba, lo charló tímidamente con un grupo de amigos, todos contestaron lo mismo, porque si, porque esta es la vida, porque esto es lo que se hace, alguno le dijo, va a ser lo mismo, te vas a otro lugar y al poco tiempo estás cansado, aburrido, quieres otra cosa, mejor quedarse haciendo lo que estas haciendo, hacerle frente y seguir, que después de todo no es tan malo, te ha tocado bien, a muchos otros les toca peor, si a muchos otros les toca peor. Pero la pregunta no desaparecía, parecía estar instalada en un lugar más allá de la lógica. Por qué no me puedo quedar en un lugar que me gusta. Podía en particular apreciar por qué un hombre con familia, escuela, trabajo con futuro, etc, encontraría mayor resistencia para no hacer las cosas que le gustan, no estar en el lugar que le gusta, pero no es el caso de la gran mayoría, la gran mayoría no es nada, es gris, y sin embargo se queda, se mantiene, porque si.
     Este hombre durante una cena le planteó a su novia mudarse de la ciudad, ir a un pequeño pueblo de playa y quedarse a vivir ahí. Su novia no sabía que hacer, la idea era tentadora, pero dejar la ciudad, su trabajo, sus amigos, su familia. Ella podía entender el planteo de él, que era simplemente, por qué no hacerlo, pero no era suficiente para ella, poder o no poder hacer algo no es suficiente, ella necesitaba una razón más fuerte, laboral, familiar, que significara para el futuro. El futuro.
Este hombre sabía que no iba a llegar lejos en su trabajo, no tenía ni los títulos, ni los contactos, para acceder a las altas esferas de la empresa en la que trabaja, salir de esta y comenzar por su cuenta parecía aún tema irrisorio. Conseguir prestamos, relaciones públicas, el doble de trabajo, cien por ciento de riesgo, por qué, para qué, por qué cantidad. Seguir, alcanzar cierto nivel, conseguir cierta seguridad, después de todo, es el sueño de muchos, una y mil veces se lo repetía, eres un hombre con suerte, tienes alimento, agua corriente, un techo, ingresos, una mujer que te acompaña, una familia que se preocupa, porque entonces soy infeliz, porque entonces siempre el por qué.
     Departamento, tren, trabajo, casa, ligera forma de entretenimiento.
     Por supuesto que este hombre nada hizo al principio. No era el primero ni sería el último en querer vivir en el lugar en el que uno va de vacaciones. El por qué se quedó dentro de él, lo acompañó por largo tiempo. Cuando le tocaron las próximas vacaciones decidió no viajar. Se quedó en la ciudad, haciendo nada, descansando, yendo a las plazas, disfrutando de los cafés, intensificando su agenda cultural. Pero en todas estas actividades o por lo menos en las buenas. Había un mensaje claro fuerte, encuentra tu propia voz, sé verdadero, y mucho más importante y mucho más presente, hay otra realidad. El arte le mostraba una y otra vez, otra cara, otra posibilidad, otra manera. Y le era particularmente asombroso como las otras personas que lo acompañaban parecían no poder entender ese concepto básico, profundo, y universal que le mostraba el buen arte, hay otra manera.
     Cierta ira comenzó adueñarse de él. Ya no podía permanecer callado frente a las pequeñas cosas que le molestaban, comenzó a pelear con su novia por pequeñeces, comenzó a separarse de los amigos, todo lo que hacían lo irritaba, en particular le molestaba que todo pareciera una competencia, los que hacían deporte, constantemente estaban compitiendo dentro de una masa tan gigantesca y tan neutra que era imposible ver por qué lo hacían, por qué competían, y era lo mismo con todos, quién consiguió el mejor restaurant, quién encuentra la mejor película, quién puede comentar mejor un libro, todo una competencia, todo una carrera que va de ningún lado a ningún lado, todos los limites borrosos, la promesa constante de algo mejor, de cierta fama, seguidores de twitter, todo le pareció una competencia que no tenia ningún sentido, principalmente porque no había nada para un supuesto ganador, nada, en el trabajo era lo mismo, todos peleando por un puesto, por un lugar, competencia.
     Entonces pensó en el premio. En lo que significaba ganar, en lo que le daban al ganador. Y lo vio claramente, el ganador recibía una casa en la playa, un buen auto, una mujer hermosa, dinero, viajes y reconocimiento. Pero de todo eso, qué era lo que le importaba a él, qué le importaba ganar, vivir en la playa, en un pueblito, entonces dijo, no compito, dejo de jugar, no me interesa, no vale la pena, puedo directamente ir por el premio, y fue lo que hizo, se fue a vivir al mar, a un pueblito de playa, y no todo era color de rosa, la pasaba mal, sufrió la soledad, trabajó en cosas que no le gustaron, extrañó mucho, pasó por mucho, pero por todo pasó con la liviandad del hombre que ya había ganado.  

Abel Cienfuegos.


Todo el mundo escucha la campana. El que dice que no escucha la campana, miente, y todos sabemos cuando alguien miente. Por eso nadie quería pelear con Abel Cienfuegos. Gran boxeador Abel, pegada firme, ágil de pies, buena defensa, pero nadie quería pelear con él , conseguirle peleas era difícil, y lo fans lo abucheaban siempre, porque Abel, siempre, en todas las peleas, metía un golpe después de la campana. Que en el boxeo como en cualquier cosa lo mental es tan importante como lo físico y saber golpear la cabeza es tan importante como saber golpear el cuerpo, pero el juego psicológico es una cosa, y el golpe bajo es otra. Hay varios de esos que recurren al golpe bajo, tan fácil como certero, tan implacable, pero al mismo tiempo tan ratero y destructor, se requiere un tipo de ser humano muy especial para utilizarlo, generalmente son aquellos que pierden de vista la distancia, que no comprenden el juego por afuera del juego, que no entienden que después de la pelea la vida continua, y una pelea es realmente una batalla, que el objetivo, es ganar la guerra. Abel Cienfuegos, el boxeador de gran talento que todas las peleas hacía lo obvio, que muchas veces le dio muchas victorias, dar un golpe después de la campana.    

Muerte.

No
es
ni
miedo
ni
respeto
ni
tristeza
es
la misma punzada infernal que
me
golpea
detrás
de la
cabeza
es esa voz
MI
!
misma voz
que
empuja y empuja y empuja y empuja
y empuja
y empuja
y empuja
y empuja
empuja empuja empuja
empuja
y empuja
empuja y golpea
y no deja de golpear
de insistir
de molestar
en todos sus mensajes
y tras todas sus ideas
el mismo y único sentido de su
de mi
de esa parte del ser
de MI ser
(busca, hay más, y más, crees que estás esperando, pero no)
la iluminación es para los iluminados
la desidia es para los iluminados
la paciencia
la plenitud
todo para los iluminados
en
la
oscuridad
dos opciones
aceptar la putrefacción que
invade a todo lo que se detiene
o aceptar el golpeteo
y buscar
el movimiento
pero
a
v
e
c
e
s
el golpe que da
que doy
es
tan incesante
tan incisivo
tan brutal y molesto
que empuja
y empuja y
sigue empujando
lastima
entonces
el
v
  é
    r
      t
        i
         g
            o

hasta el más tenaz de los viajeros necesita un descanso

es
que
nunca
se
va
a
detener
.
y el miedo absoluto
:
no sabrá detenerse
?
aparece
entonces
una
opción
que
parece
una
salida
la ansiedad, la faltad de miedo y el hastío del golpeteo
embellecen tras un espejismo su misterio
oh muerte
todos te huyen
y
yo
yo
y
para
mi
alivio
el alivio
del cese
del silencio
de la
de MI
el alivio supremo de saberme irresponsable finalmente de la carga inexistente,
de la búsqueda interminable
claro que está
está
me gusta el coqueteo
presiento un proceso de seducción absoluta
la ultima aventura
el descanso que no necesita del sueño
la liviandad
pero no
no
porque ante todo
y antes que eso
estaba esto
eso
aquello
lo que encierra mi cansancio
y
mi
deseo
mis
voces
el amor mismo que genera el misterio
la posibilidad
y
lo reconozco
lo sé
lo siento
y lo canto
está
y
continuaré sintiéndolo
y seguirá siéndolo
en la búsqueda
en el martirio mismo
encontraré ese alivio dosificado en los reflejos de otras muertes que son amores
en la expresión absoluta que me deja vacío
en el cansancio extremo que me paraliza
en la belleza
que otros huyan de tu presencia como aniquiladora
o destructora
yo como condenado buscador no le tengo miedo a la responsabilidad de ser el único que ame o el loco que intuya y celebre la incoherencia de una lógica sesgada
ansiedad como motor
desdoblamiento como aprendizaje
cuanto vale la única verdad
:
todo muere
y
todo continua
un sol muere y se multiplica
lo hermoso
lo vivo se mueve
todo lo que es crece en espiral bajo una linea
el encuentro justifica
hay
y mucho
no es obsecuencia o tozudez
es la experiencia de haber encontrado
dormir extenuado
soñar
ni
mi
ni
eso
ni
aquello
es la misma punzada infernal que me golpea detrás de la cabeza
que me obliga a continuar


Amor sin hijos.

1. "Te cambia la vida", "Te da mucha fuerza", "Ves todo de otra manera". Frases utilizadas para describir la experiencia de tener hijos, que también se usan cuando se tiene una enfermedad terminal, o cuando te vuelves millonario. No todo lo que te determina y modifica tus decisiones es necesariamente bueno, es simplemente eso, algo que te determina y modifica tu visión y tu percepción de la realidad.

2. Como todo lo real tener hijos tiene cosas buenas y malas, pero por qué existe un énfasis tan grande en unir a los niños con la felicidad. Nuestro concepto de felicidad es aprendido. Todo lo que se me ha enseñado ha sido por un fin.

3. El sistema es el que me enseña. La principal tarea de un sistema es perpetuarse a si mismo. La vida del hombre, consumidor, es finita, obviamente se necesitan más hombres para seguir consumiendo. ¿Existe la sobre población para el sistema? por supuesto que no, al dueño del negocio poco le importa quedarse sin mercadería, su problema es el contrario. El único producto que el sistema no puede vender lo une a una excusa para consumir. El amor hacia los hijos está unido a la calidad de sus cosas.

4. ¿Qué es el amor? ¿A quién está destinado? ¿Quién puede medir su intensidad? Con qué autoridad puede un ser humano decirle a otro que existen calidades de amor, o lazos de el mismo que pueden ser más fuertes que otros. El amor adora el acto y aborrece la palabra. La renuncia es el acto de un entrenamiento, es la expresión de una conducta. Dejar de hacer o hacer por otro no es un acto de amor, es un acto de fuerza. Cada quién sabe cómo ama y de qué manera, no hay modo para el amor.

5. La Naturaleza. Yo escribo, leo, me visto, voy al baño en un cubículo que maneja mis residuos para que yo pueda vivir de una manera higiénica, porque conozco de microorganismos. Respiro, como, me entreno, cosecho vegetales de mi huerta y tengo internet. Lejos estoy del cavernícola que se mueve por instinto. Por qué si no puedo usar la excusa de la naturaleza para robar, matar o violar, la puedo utilizar para el hecho biológico de tener hijos. Hoy en día la mayoría de los niños se tienen bajo un "plan" absolutamente antinatural. La mujer está dispuesta a tener hijos desde el momento de su desarrollo, que ocurre bajo la mayoría de edad, en la cual no puede tener relaciones sexuales de manera libre, el estado administra la edad adecuada para la concepción, por lo cual lo único natural que queda es el embarazo mismo y el parto, que aunque un grupo pequeño de la población decide hacerlo de manera "natural", no es la mayoría, y no es algo que este disponible a un nivel popular. Tener hijos hoy en día no es un acto libre y natural, al contrario, está absolutamente regulado y controlado. No solo eso, una vez que el bebe se convierte en niño, se controla todo su crecimiento, y los padres están obligados a rendir cuentas frente al estado sobre el desarrollo del mismo.

6. El control. Desde que la historia es historia, a las mujeres se les une a sus hijos y se les pone en un lugar detrás de su descendencia bajo la excusa de la responsabilidad y las creencias culturales y religiosas. A los hombres se nos implanta también el discurso de la responsabilidad junto con la mentira de tener la tarea sagrada de "guiar a la familia". Así ambos, padre y madre, quedan libres de hacer, siempre y cuando sus actos no afecten al hijo según estándares sociales. Quedan mutilados, el ejemplo perfecto un hombre o mujer sin hijos puede hacer todo lo que uno con hijos puede, viceversa no es el mismo caso. Los padres quedan encerrados en horarios, tareas económicas y responsabilidades civiles. A cambio de esto el sistema les dice que están experimentando la felicidad, y se nutre el concepto de nicho, de paréntesis.

7. En vez de rendirse al embudo familiar aceptar el abanico comunitario. No necesitar la excusa de la linea sanguínea para dar y recibir amor. Que los sentimientos sean libres.

8 . La felicidad como bienestar y la ausencia de malestar. Amar libremente, tener tiempo para trabajar por toda la comunidad y no para un solo individuo que pertenezca a esta.

9. La experiencia no es transmisible. Experimentar la vida sin hijos es tan "especial" como tenerlos. Son experiencias diferentes. Intentar medir la calidad de una experiencia es ridículo.

10. Tener hijos como un acto biológico y experimentar a partir de la realidad. 

11. Como ejercicio práctico. Mirar a los adultos mayores de 30, ver cuantos tienen hijos y preguntarse: ¿por qué? 

Romper.


Despacio. Ahora caminar es lo suyo. Otros fueron los tiempos de la efectividad. Ahora camina. Tiene que pagar las cuentas y se va por la playa, con el perro, que va saltando y persiguiendo las gaviotas, un perro grande y peludo, y negro. El perro está todo sucio, a él le encanta. Él también está muy sucio, antes estaba limpio, muy limpio, su mujer le lavaba y planchaba la ropa, y cambiaba las sábanas de la cama y lavaba los platos. Y ahora extraña a su mujer pero no extraña lo limpio. Lo limpio no le importa, pero si extraña a su mujer. Va caminando, ya no tiene tiempo para ser delgado, pero si ha bajado de peso. Se está cocinando, cosas simples, compra milanesas hechas, o bifes de carne, se hace salsas para comer con fideos, ha hecho dos guisos, los dos de lentejas, y le han salido bastante bien. Dejó las gaseosas y la cerveza, toma vino. Sigue caminando. Le preocupa un poco su hijo, no su hija, su hija es fuerte y es mujer, pero su hijo es débil y es hombre, le preocupa que finalmente pierda el control, que ceda frente a la presión. Mucha presión, siempre lo pensó. Él sabía que cuando actuaba mal era por la presión, sabía que podía cambiarlo, pero no lo hacia, demasiada presión como para cambiar curso. Por eso salió cuando pudo, cuando se liberó todo un poco, todo más suelto, todo un poco más libre. Lo piensa, y lo sabe. Cuando el envase se rompe se libera el contenido. En eso piensa ahora, mientras camina por la playa y piensa en el pasado, piensa en que hay que romper el envase para liberar el contenido.  

Almas gemelas.

- ¿Existen las almas gemelas? - Si. - ¿Cómo se encuentran? - No se encuentran, se reconocen. - ¿Cómo se reconocen? - Cuando dejas de mi...