El hombre se sentó frente a mi en una pequeña mesa redonda. Tenía una chaqueta de cuero marrón liviana, en la cabeza una boina marrón gastada dejaba salir un pelo corto gris, no recuerdo su camisa, pero tenía un color claro, recuerdo que era flaco, de unos cincuenta años, llevaba una barba fuerte de un día o dos, canosa, tenía los ojos verdes, un poco grises, y te podía sostener la mirada.
Se sacó los zapatos, y del bolsillo de la chaqueta, una cartuchera de cuero marrón gastada, la abrió, sacó papel de liar, una lata de tabaco, pidió un café en alemán, y muy lentamente pero con gran firmeza, comenzó a armar un cigarrillo.
Tomó el papel y lo acarició en su longitud con la punta de los dedos, con ambas manos, del centro hacia afuera, lo hizo dos veces, lo sostuvo con la mano izquierda y con la derecha tomó un poco de tabaco, lo pesó, y moviendo ligeramente la yema de los dedos soltó algunas hebras de nuevo en la lata, pesó de nuevo, volvió a un ligero movimiento de yemas y soltó un par de hebras más, pesó una vez más, conforme, soltó suavemente sobre el papel las hebras, parecían caer una a la vez, tal vez caían de a dos, movía a veces ligeramente la mano en la longitud del papel para esparcir el tabaco un poco más, cuando las hebras terminaron de caer, tomó el papelillo con ambas manos y con un movimiento en dos partes, lió el cigarrillo, primero con los pulgares rodó el papel hacia abajo, frente a sí, levantando la parte de afuera, y después los pulgares empujaron hacia dentro y se deslizaron hacia arriba, el tubo quedó armado. Sacó de la cartuchera un encendedor plateado mientras el mozo le traía el café, se llevó el cigarrillo a los labios, el encendedor encendió a la primera.
El Hombre tomaba caladas lentas, intensas y cortas, parecía llenar sus pulmones mitad con humo, mitad con aire.
No recuerdo que hizo con el café, sé que pidió otro, y que repitió la operación del cigarrillo.
Una de verdad.
Vivía solo en un edificio de cuatro pisos y cuarenta departamentos, en medio de un basural y al lado de una de las villas más calientes de la ciudad. Solo. No vivía nadie más en el edificio. El edificio no tenía puerta, y la puerta de mi departamento no tenía rejas, tampoco tenía rejas en las ventanas que daban a los pasillos, una situación de vulnerabilidad extrema. Una noche, volviendo de la feria, tenía que cerrar temprano el puesto de libros porque si volvía tarde por la noche seguro que me asaltaban, había un auto estacionado afuera del edificio, entro, todas las luces del edificio encendidas, me pareció muy raro, subo a mi departamento, yo estaba en el cuarto piso, y cuando entro siento pisadas en el techo, subo, cuatro policías de investigación me rodearon y me empezaron a empujar con las pajeras, había doce en el techo, no me golpeaban pero si eran muy firmes, quien sos vos pibe? qué hacés acá? yo vivo acá les digo, todos se quedaron en silencio, al rato uno me pregunta, vos vivís acá?, si le digo, silencio, se abrieron, no me hablaron más. Le pregunté a uno que qué hacían acá, nos estamos por mover sobre alguien en la villa me contestó, uno de los que se escapó de la comisaría de Maipu la semana pasada, y me preguntó, vos viste un gol blanco? si claro que había visto un gol blanco, dos noches atrás estaba acostado y empecé a escuchar tiros, las balaceras eran normales así que me asomé por la ventana a ver si veía a algún recurrente, vi el gol blanco, iba rapidísimo por el medio de las montañas de basura, se estaba tiroteando con los guardias de seguridad de la construcción de enfrente, no le dije al policía, no no vi nada. Bajé a mi departamento, toda la noche escuché las pisadas en el techo, como a las cuatro de la mañana los escuché a todos bajando de golpe por las escaleras, no los vi más. El edifico estaba pegado a otra construcción, una fabrica abandonada llena de túneles, torres y planchones de cemento, ahí cuidaban un par de policías, y siempre charlaba con ellos, y siempre me ofrecían armas, todos me ofrecieron armas o me decían, agarrá cartuchos, hacete una tumbera, vos acá necesitas protección. Mis amigos iban muy poco a visitarme, y cuando iban se iban tempranito, empezaba a caer el sol y partían, les gustaba ir a ver las peleas que se armaban en la villa, los pibes de trece y catorce vivían a las piñas, en especial se agarraban los del ferrocarril contra los del galpón. Estuve viviendo así más o menos dos meses, me costaba dormir, mi amigo Víctor me daba tes sedantes, pero la verdad era que me daba miedo quedarme dormido, era muy fácil entrar en el edificio y era obvio que solo vivía una persona. Me quedaba por la noche, con la luz apagada, porque cuando la luz estaba encendida me tiraban piedras, el setenta por ciento de los vidrios del edificio estaban rotos, y aunque tenía puesta una media sombra muchas la pasaban, y me ponía escribir, en la maquina eléctrica, horas y horas por la noche, en la oscuridad, con el ruido sedante del tecleo, solo en ese edificio, muchas veces recibía negativas de las editoriales en esa condiciones y todavía hasta el día de hoy, no sé muy bien que sentir con respecto a eso. A los dos meses se mudó otro flaco, un divino, en el segundo piso, los de la villa lo recibieron con un tiro de veintidós, a él no le pasó nada, solo le rompieron el vidrio del balcón, un huequito, nada más, valiente el flaco, no arrugó y se quedó tranquilo. Un día él estaba volviendo tarde del trabajo, venía borracho, me llamó para que saliera a recibirlo, venía en taxi, hasta la esquina porque los taxistas no entraban por entre la basura, salí, llegó haciendo escándalo, y me dijo entre lagrimas y risas, nadie viene a visitarnos, mis amigos no quieren venir a verme, nadie viene, no le digo, generalmente la gente se aleja de estas situaciones. El ascensor no funcionaba.
Luis Masliah.
Aunque era un hombre
de tierra, Luis Masliah daba la sensación de ser un pez de mar,
funcional y aerodinámico. Luis se dedicó a la investigación
privada para no lidiar con los otros. Había sido un gran policía, y podría
haber llegado a ser un gran detective de homicidios, su carácter
observador y estudioso lo hubieran llevado a resolver muchos casos,
pero lidiar con los otros lo alejó de la fuerza. Luis se sentaba
horas en su auto a escuchar música, solo escuchando electrónico,
Aphex Twin, Chemical Brothers, Gabin, Kruder & Dorfmeister,
mientras fumaba marihuana. Así se resolvían los casos, todos los
casos, escogiendo con criterio y esperando. Últimamente venía
teniendo suerte, con un caso al mes vivía bien, y en los últimos
seis meses había hecho tres por mes, casi todos de sospecha de
engaño, todas confirmadas por supuesto, eran muy pocas las veces con
las que se encontraba con una falsa sospecha, de esto no sacaba
ninguna conclusión. Luis era flaco, su dieta era variada pero
estricta, se alejaba de los alimentos procesados y las gaseosas. Las
bebidas alcohólicas las tomaba puras y con hielo. Eran las dos de la
tarde de un día de otoño, estaba en su auto escuchando Thievery
Corporation, estacionado en las afueras de la ciudad frente a una
fábrica, tal vez abandonada, y un albergue transitorio de nivel
medio, esperando que apareciera el Ford Focus Azul de la mujer de su
cliente cuando algo del otro lado de la calle le llamó la atención,
dos hombres cargaban una mujer entre ellos, como si estuviera
borracha, y miraban culpables hacia todas las direcciones, él sabía
que no lo verían, todos los policías saben que un hombre nervioso
no sabe mirar. Llegaron hasta una puerta de metal en un edificio de
dos pisos de ladrillo visto con ventanas en el segundo piso, el que
tenía la campera marrón y los jeans gastados sacó con dificultad
un manojo de llaves y abrió tres cerraduras, el otro que tenía una
camisa de cuadros y unos pantalones beige sostenía a la joven,
entraron en el edificio. Acá Luis, ya sabiendo todo lo que estaba
ocurriendo, y pensando que la vida había sido buena con él y, después de todo, era muy bueno en lo que hacía y tenía su
Beretta, realmente sería muy mala persona si se quedaba en el auto
sin hacer nada. Sabía que adentro había uno o dos hombres sin
contar los que habían entrado, sabía que seguro había más de una
mujer adentro, y sabía que la policía de la zona era cómplice. La
cercanía con el albergue no era casualidad. Tenía que esperar a que
salieran los dos hombres. Esperó. Escuchó algo de Nouvelle Vague y
algo de Morcheeba. Los dos hombres salieron, sin la mujer por
supuesto. Tenía pocos menos de un minuto para tocar la puerta y que
el hombre que estuviera adentro pensara que a alguno se le había
olvidado algo. Salió de su Corolla gris, y trotó hasta la puerta,
golpeó un par de veces con intensidad, veía a lo lejos como los dos
hombres doblaron en la esquina, por suerte no habían volteado,
pasaron unos trece segundos, y alguien empezó a destrabar las
cerraduras, apenas abrieron la culata del arma encontró una nariz y
sintió como se rompía bajo su peso, el golpe se repitió varias
veces hasta asegurar inconsciencia. Enfrente solo unas escaleras, las
subió despacio, ahí se encontró con un taller abandonado, sin
divisiones, contra una pared cuatro camas de caño con colchones
roñosos, tres ocupadas con mujeres amarradas, estudió bien el
lugar, buscó baños y cuartos dónde pudiera haber alguien
escondido, no encontró a nadie más, se sintió con suerte, desató
a las mujeres, todas estaban inconscientes. Se acercó a la ventana,
nadie pasaba por la calle. Se tomó un momento para pensar. Entonces,
prodigiosamente, apareció el auto azul, bajó rápido las escaleras,
el hombre continuaba inconsciente, sangraba bastante, y acá hizo lo
posible por no pisar la sangre. Corrió hacia el auto que estaba por
entrar en el estacionamiento del albergue. La mujer se asustó
muchísimo cuando él le golpeó la ventana y ella en un intento
desesperado y acostumbrada a vivir en una ciudad peligrosa,
retrocedió con velocidad, pero él dijo el nombre de ella varias
veces, y lo vio a los ojos, y dudó, y supo que había algo más,
porque aquel que engaña conoce de realidades paralelas y situaciones
complicadas. Detuvo el auto, y él le dijo, necesito ayuda ya, y sin
que ella abriera la ventana él le dijo, tu esposo me contrató para
seguirte, si me ayudas le miento. Silencio. Él insistió todavía a
través de la ventana, hay mujeres en ese edificio las tenemos que
sacar, entonces ella ya no dudó, bajó la ventana y le preguntó,
qué hacemos, y él le explicó, tienes que estacionar el auto ahí
en el frente las bajamos entre las dos y las llevas dónde yo te
diga eso es todo. Un segundo más de duda por parte de ella, pero
frente a la esclavitud ningún hombre o mujer duda, la libertad es
por lo único que todos luchamos. La mujer estacionó el auto y
Luis, más allá de la situación no pudo dejar de notar su belleza,
estaba vestida con una calza negra y una camisa de deporte,
obviamente su excusa era entrenar, era alta y esbelta, tenía el cabello negro y lacio, tenía la piel oliva de la mujer latina, también notó su valentía cuando
pasó por arriba del cuerpo caído sin inmutarse. Si se sorprendió cuando
vio a las mujeres en las camas. Con dificultad bajaron los tres
cuerpos y los acomodaron en el auto de la mujer, Luis le dijo,
tranquila le voy a decir a tu esposo que nada está pasando llévalas
al hospital que está frente a la escuela de medicina yo le voy a
mandar un mensaje a alguien que te va a estar esperando en la puerta
de emergencias nadie te va a preguntar nada, entonces se cuestionó,
y le preguntó, tu pareja por qué no aparece, y ella le dijo, si lo
hizo vi su auto mientras gritabas mi nombre pero se fue obviamente
pensó que era un robo y huyo como un cobarde hijo de puta, bueno
dijo él, te salió barato. Ella partió, él volvió a su auto,
arrancó y se fue en la dirección contraria, llamó a su amiga en el
hospital y le explicó la situación, ella iba a estar lista,
encendió la radió y escuchó un poco de Gorillaz, abrió la
guantera y sacó uno de los armados que tenía ahí, le estaba dando
hambre, tenía buen dinero, se iba a sentar en un restaurante a comer
como un rey.
Horroricienta.
Érase una vez, en un castillo a las afueras de
Grotesburgo, vivía una princesa, paralítica, bruta y fea. Sus
sirvientes la odiaban porque dejaba baba por todo el castillo. Se
llamaba Horroricienta. Horroricienta vivió sola en el castillo hasta
que se murió de tristeza. El mismo día de su muerte los sirvientes
hicieron una fiesta, y al final se robaron todo, hasta la silla de
ruedas. Todos abandonaron el castillo y la propiedad
quedó sola y se hizo ruinas. Un día un Príncipe iba de paso en su
caballo y se sintió interesado por el castillo, averiguó con las
autoridades de Grotesburgo los pormenores de la propiedad, la
adquirió al instante y mientras inventariaban las antigüedades sin
valor que se encontraban en este, encontró en el sótano un retrato
de Horroricienta en la silla de ruedas. Se enamoró al instante, de
la silla de ruedas. En ese momento comenzó una búsqueda incansable
por este objeto que se había quedado con su corazón. Diez caza
recompensas entrenados buscaron por la comarca hasta que dieron con
ella. La encontraron, en muy buen estado, en la casa del encargado de
las alfombras del castillo, que la había utilizado para sacar
objetos de valor mientras lo saqueaban la noche de la bacanal. La
restauró, la protegió, y la utilizó con mucho amor. El príncipe
rodaba por el castillo como un niño jugando y su felicidad se
transmitía a todo aquel que lo conocía, todos querían trabajar con el príncipe feliz que rodaba a todos lados. Juntos, él y su silla,
vivieron felices para siempre. Fin.
El Árbol.
Veía el árbol y se preguntaba: ¿Qué ven los otros? Esta vez no es una subjetividad estética o un capricho cultural, como dice Martita, ese árbol, está mal podado. El sol del verano parecía marcar con énfasis las ramas desordenadas. No es solo un tema de que sea bonito o no, ese árbol necesita crecer para arriba, desde hace mucho que lo vienen cortando mal.
Él sabía que podía discutir con la dueña y ganar la discusión, porque desde un punto de vista lógico sus argumentos eran irrefutables, pero eso no importaba. Ese árbol es de ella, que eso quedara así fue su deseo y lo expresó muy claramente y frente a mí, él nada podía hacer al respecto, tener razón a veces no sirve para nada, la razón no otorga poder, la propiedad lo hace.
Él sabía que podía discutir con la dueña y ganar la discusión, porque desde un punto de vista lógico sus argumentos eran irrefutables, pero eso no importaba. Ese árbol es de ella, que eso quedara así fue su deseo y lo expresó muy claramente y frente a mí, él nada podía hacer al respecto, tener razón a veces no sirve para nada, la razón no otorga poder, la propiedad lo hace.
Tenía ya rato mirándolo mientras hacía otras cosas, y se volvía a preguntar: ¿Qué ven los otros? A lo mejor ella no ve lo que yo veo, y sí, es eso, si ella viera lo que yo veo no pensaría así, lo vería bien y lo vería mal y entendería. Entonces el hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo y se fue a buscar a la mujer, y no la encontró, preguntó a su hijo que estaba arreglando el auto y el muchacho le dijo que no sabía, que se había ido a hacer algún trámite, que si necesitaba algo, no le dijo, nada, entonces le preguntó al hijo si le gustaba ese árbol y el dijo, mientras peleaba con el filtro de aire, que a él ese árbol no le importaba.
En su casa lo habían enseñado a respetar, y ahí precisamente estaba la causa de la mayoría de sus conflictos, el otro y sus límites lo detenían y determinaban, le costaba avanzar sobre los otros.
Si le muestro, si lo ve como yo lo veo, va entender y le va a gustar.
Si le muestro, si lo ve como yo lo veo, va entender y le va a gustar.
Al Principio dudó mucho con las primeras ramas, parecía no tener la fuerza necesaria para realizar el corte, en cada corte dos resistencias, la biología y la educación. A medida que sacaba veía como le iba quedando fue avanzando con más y más seguridad y el conflicto seguro que iba a tener con la dueña se hacía más insignificante. Nada alienta más que la fuerza que otorga la búsqueda de la belleza.
En un corte se equivocó. Trabajar bajo la presión que generaba que la dueña volviera y generara la discusión a media faena lo estaba haciendo cometer algunos errores de cálculo y le hacían fallar el ojo. A esto se le sumaba que había descuidado la otra tarea que estaba realizando, terminar el muro, que lo veía desde atrás avanzado en el tiempo acordado, pero aún sin terminar. Está vez de manera grosera, al nivel que se veía obligado a recortar otras ramas.
En un corte se equivocó. Trabajar bajo la presión que generaba que la dueña volviera y generara la discusión a media faena lo estaba haciendo cometer algunos errores de cálculo y le hacían fallar el ojo. A esto se le sumaba que había descuidado la otra tarea que estaba realizando, terminar el muro, que lo veía desde atrás avanzado en el tiempo acordado, pero aún sin terminar. Está vez de manera grosera, al nivel que se veía obligado a recortar otras ramas.
Ahora, si viene y yo no he terminado sí que sí que no tengo argumento que valga, porque no le voy a poder mostrar ella no va a poder ver y voy a perder. Lo mismo si sigo haciéndolo mal, si lo hago y ella llega y lo hice mal es todavía peor. De los dos prefiero el primero, la discusión, porque todavía me dejo un espacio para salir.Me tengo que tomar mi tiempo.
Se echó para atrás examinó el árbol se regaló un minuto de silencio para observarlo, a veinte metros el hijo reclinado sobre el motor generaba un agradable repiqueteo de metales.
Huckleberry Finn y un cerco verde.
(Cuento)
Blanco. Estoy casi seguro.
Si, Huck Finn pintaba la cerca de blanco. No terminó, claro que no
terminó, de eso va el libro no, o sí. Pintaba porque lo habían
castigado, un regaño era, no, si, tengo que leer el libro de nuevo.
Yo estoy pintando en verde, que no es blanco, pero bueno, estoy
pintando muy mal, pero no importa, o si importa, pero no tanto como
para que me digan nada, creo que se conforman con que esté mal
pintado, está tan feo esto, no es feo, es desprolijo, pero eso es
feo, con unificarlo con este color es una gran mejora, la pintura
arregla todo. Estaba Huck al sol, si, claro que sí, de ahí al río,
yo me podría ir al mar, me voy a ir al mar, claro que Huck era un
niño y yo soy un hombre, un hombre pintando una cerca, de verde, mal
pintada. Que hermoso día, tan lindo que no me importa estar acá,
igual se está bien acá, te tratan bien, agua de botella cada vez
que pides, te dan fruta, había queso esta mañana, no están encima
de uno, podría hacerlo mejor, pero no quieren, quieren rápido, y
bueno, a mi me importa, pero a ellos no, complicada la cosa, para
hacer bien este trabajo me tengo que descontracturar, ir a peor tal
vez, que no es realmente peor, es diferente, toda la vida planeando y
midiendo y teniendo cuidado para que ahora, si quiero que me vaya
bien, tengo que hacer totalmente lo contrario, igual tan bien no me
fue con lo otro, porque terminé pintando cercas, pero bueno, tampoco
tengo que hacer esto, podría no hacerlo, pero decidí hacerlo, que
no era exactamente lo que hacia Huck, convenció a un par para que
pintara por él, es más le daban cosas, los convencía para que
pintaran y le pagaran, que genio, yo estoy ayudando gratis, no hace
eso Huck, no, sé va por ahí, la pasa re bien, se divierte como le
da la gana, después lo ponen de castigo a pintar un cerco, yo hice
todo bien y terminé en el mismo lugar. Cómo se llamaba la segunda
parte del libro, ah no, el que pinta el cerco es Tom Sawyer, claro,
Huck Finn es el amigo y ese es el segundo libro, las aventuras de
Huckleberry Finn, y a Tom lo castigaron por no ir al colegio, eso,
si, por ahí va la cosa, y engaña a los otros chicos para que se
queden pintando, eso, bueno bien. O el thiner me agudiza las neuronas
o acabo de entender al Karate Kit.
El Hombre.
(Cuento)
Mira la verdad es que siempre me enredo, quiero contar una historia simple, y siempre me termina pareciendo tonta y poco intelectual y la termino enrollando sin ningún sentido así que déjame que te cuenta esta así no más, y si sale mal sale mal y tu no me dices nada. La historia, es la siguiente, es la de un hombre que se va a vivir a la playa. Nada más. No hay gran intriga, es un hombre que larga todo al carajo y se muda a un pueblito de playa, y no es todo color de rosa, el tipo la pasa mal, tiene que trabajar en cosas que no le gustan, se cruza con gente que le hace daño, igual que a cualquiera, pero le pasa en un pueblito de playa, el pueblito de playa que el eligió, y eso la hace a mi parecer una historia interesante, no hay grandes conflictos, ni grandes desenlaces, nada extrema, pero es bonita, y es fácil.
Mira la verdad es que siempre me enredo, quiero contar una historia simple, y siempre me termina pareciendo tonta y poco intelectual y la termino enrollando sin ningún sentido así que déjame que te cuenta esta así no más, y si sale mal sale mal y tu no me dices nada. La historia, es la siguiente, es la de un hombre que se va a vivir a la playa. Nada más. No hay gran intriga, es un hombre que larga todo al carajo y se muda a un pueblito de playa, y no es todo color de rosa, el tipo la pasa mal, tiene que trabajar en cosas que no le gustan, se cruza con gente que le hace daño, igual que a cualquiera, pero le pasa en un pueblito de playa, el pueblito de playa que el eligió, y eso la hace a mi parecer una historia interesante, no hay grandes conflictos, ni grandes desenlaces, nada extrema, pero es bonita, y es fácil.
El hombre este vivía en una ciudad,
una ciudad grande, trabajaba en una oficina en un edificio de veinte
pisos, el trabajaba en el cuarto, en la planta bajo había un
Mcdonalds. El susodicho tenía que pasar por el frente del Mcdonalds todas las mañanas. Iba al trabajo en tren subterraneo,
tren que tomaba a diez cuadras de su departamento, un departamento de
un dormitorio en un edificio de seis pisos en un barrio de clase
media. Este hombre tenía una novia, que dormía varias veces con él.
Este Hombre no tenía hijos. Este hombre era un infeliz. De Lunes a
Sábado se levantaba a la seis de la mañana, tomaba el tren a las
siete, llegaba al trabajo a las siete y media, trabajaba hasta las
cinco, llegaba a su casa la seis, hacía alguna forma menor de
entretenimiento y se iba a dormir. Tenía amigos, claro. Salía
esporádicamente al teatro, al cine, por supuesto. También leía
algún libro ocasionalmente, disfrutaba de bebidas alcohólicas y
tenia sexo regularmente. Ser infeliz no tiene nada que ver con esas
cosas, ser infeliz tiene que ver con lo que pasa en el centro mismo
de tu cuerpo, en la profundidad absoluta de tu cabeza, tiene que ver
contigo mismo y cómo te sientes con lo que estas haciendo. este
hombre era infeliz.
Cómo cualquier otro siempre lamentaba el fin de
sus vacaciones, pero en las vacaciones últimas algo había cambiado,
este hombre es vez de lamentarse se preguntó, de una manera seria,
porqué esto ha de terminar? y se lo siguió preguntando en la
oficina, y se lo siguió preguntando en el teatro, y en el tren, por
qué algo que me gusta tiene que acabar? , y cualquier hombre puede
aguantar preguntarse si es correcto o no, pero un verdadero hombre no
puede con la pregunta de si es verdadero o no, por qué se
preguntaba, se empezó a preocupar, el por qué no lo abandonaba, lo
charló tímidamente con un grupo de amigos, todos contestaron lo
mismo, porque si, porque esta es la vida, porque esto es lo que se
hace, alguno le dijo, va a ser lo mismo, te vas a otro lugar y al
poco tiempo estás cansado, aburrido, quieres otra cosa, mejor
quedarse haciendo lo que estas haciendo, hacerle frente y seguir, que
después de todo no es tan malo, te ha tocado bien, a muchos otros
les toca peor, si a muchos otros les toca peor. Pero la pregunta no
desaparecía, parecía estar instalada en un lugar más allá de la
lógica. Por qué no me puedo quedar en un lugar que me gusta. Podía
en particular apreciar por qué un hombre con familia, escuela,
trabajo con futuro, etc, encontraría mayor resistencia para no hacer
las cosas que le gustan, no estar en el lugar que le gusta, pero no
es el caso de la gran mayoría, la gran mayoría no es nada, es gris,
y sin embargo se queda, se mantiene, porque si.
Este hombre durante una cena le planteó
a su novia mudarse de la ciudad, ir a un pequeño pueblo de playa y
quedarse a vivir ahí. Su novia no sabía que hacer, la idea era
tentadora, pero dejar la ciudad, su trabajo, sus amigos, su familia.
Ella podía entender el planteo de él, que era simplemente, por qué
no hacerlo, pero no era suficiente para ella, poder o no poder hacer
algo no es suficiente, ella necesitaba una razón más fuerte,
laboral, familiar, que significara para el futuro. El futuro.
Este hombre sabía que no iba a
llegar lejos en su trabajo, no tenía ni los títulos, ni los
contactos, para acceder a las altas esferas de la empresa en la que
trabaja, salir de esta y comenzar por su cuenta parecía aún tema
irrisorio. Conseguir prestamos, relaciones públicas, el doble de
trabajo, cien por ciento de riesgo, por qué, para qué, por qué
cantidad. Seguir, alcanzar cierto nivel, conseguir cierta seguridad,
después de todo, es el sueño de muchos, una y mil veces se lo
repetía, eres un hombre con suerte, tienes alimento, agua corriente,
un techo, ingresos, una mujer que te acompaña, una familia que se
preocupa, porque entonces soy infeliz, porque entonces siempre el por
qué.
Departamento, tren, trabajo, casa,
ligera forma de entretenimiento.
Por supuesto que este hombre nada hizo
al principio. No era el primero ni sería el último en querer vivir
en el lugar en el que uno va de vacaciones. El por qué se quedó
dentro de él, lo acompañó por largo tiempo. Cuando le tocaron las
próximas vacaciones decidió no viajar. Se quedó en la ciudad,
haciendo nada, descansando, yendo a las plazas, disfrutando de los
cafés, intensificando su agenda cultural. Pero en todas estas
actividades o por lo menos en las buenas. Había un mensaje claro
fuerte, encuentra tu propia voz, sé verdadero, y mucho más
importante y mucho más presente, hay otra realidad. El arte le
mostraba una y otra vez, otra cara, otra posibilidad, otra manera. Y
le era particularmente asombroso como las otras personas que lo
acompañaban parecían no poder entender ese concepto básico,
profundo, y universal que le mostraba el buen arte, hay otra manera.
Cierta ira comenzó adueñarse de él.
Ya no podía permanecer callado frente a las pequeñas cosas que le
molestaban, comenzó a pelear con su novia por pequeñeces, comenzó
a separarse de los amigos, todo lo que hacían lo irritaba, en
particular le molestaba que todo pareciera una competencia, los que
hacían deporte, constantemente estaban compitiendo dentro de una
masa tan gigantesca y tan neutra que era imposible ver por qué lo
hacían, por qué competían, y era lo mismo con todos, quién
consiguió el mejor restaurant, quién encuentra la mejor película,
quién puede comentar mejor un libro, todo una competencia, todo una
carrera que va de ningún lado a ningún lado, todos los limites
borrosos, la promesa constante de algo mejor, de cierta fama,
seguidores de twitter, todo le pareció una competencia que no tenia
ningún sentido, principalmente porque no había nada para un
supuesto ganador, nada, en el trabajo era lo mismo, todos peleando
por un puesto, por un lugar, competencia.
Entonces pensó en el premio. En lo que
significaba ganar, en lo que le daban al ganador. Y lo vio
claramente, el ganador recibía una casa en la playa, un buen auto,
una mujer hermosa, dinero, viajes y reconocimiento. Pero de todo eso,
qué era lo que le importaba a él, qué le importaba ganar, vivir en
la playa, en un pueblito, entonces dijo, no compito, dejo de jugar,
no me interesa, no vale la pena, puedo directamente ir por el premio,
y fue lo que hizo, se fue a vivir al mar, a un pueblito de playa, y
no todo era color de rosa, la pasaba mal, sufrió la soledad, trabajó
en cosas que no le gustaron, extrañó mucho, pasó por mucho, pero
por todo pasó con la liviandad del hombre que ya había ganado.
Abel Cienfuegos.
Todo el mundo escucha la
campana. El que dice que no escucha la campana, miente, y todos
sabemos cuando alguien miente. Por eso nadie quería pelear con Abel
Cienfuegos. Gran boxeador Abel, pegada firme, ágil de pies, buena
defensa, pero nadie quería pelear con él , conseguirle peleas era
difícil, y lo fans lo abucheaban siempre, porque Abel, siempre, en
todas las peleas, metía un golpe después de la campana. Que en el
boxeo como en cualquier cosa lo mental es tan importante como lo
físico y saber golpear la cabeza es tan importante como saber
golpear el cuerpo, pero el juego psicológico es una cosa, y el golpe
bajo es otra. Hay varios de esos que recurren al golpe bajo, tan fácil como
certero, tan implacable, pero al mismo tiempo tan ratero y
destructor, se requiere un tipo de ser humano muy especial para
utilizarlo, generalmente son aquellos que pierden de vista la
distancia, que no comprenden el juego por afuera del juego, que no
entienden que después de la pelea la vida continua, y una pelea es
realmente una batalla, que el objetivo, es ganar la guerra. Abel
Cienfuegos, el boxeador de gran talento que todas las peleas hacía
lo obvio, que muchas veces le dio muchas victorias, dar un golpe
después de la campana.
Muerte.
No
es
ni
miedo
ni
respeto
ni
tristeza
es
es
la misma punzada infernal
que
me
golpea
detrás
de la
cabeza
es esa voz
MI
!
misma voz
que
empuja y empuja y empuja y
empuja
y empuja
y empuja
y empuja
y empuja
empuja empuja empuja
empuja
y empuja
empuja y golpea
y no deja de golpear
de insistir
de molestar
en todos sus mensajes
y tras todas sus ideas
el mismo y único sentido
de su
de mi
de esa parte del ser
de MI ser
(busca, hay más, y más,
crees que estás esperando, pero no)
la iluminación es para
los iluminados
la desidia es para los
iluminados
la paciencia
la plenitud
todo para los iluminados
en
la
oscuridad
dos opciones
aceptar la putrefacción
que
invade a todo lo que se
detiene
o aceptar el golpeteo
y buscar
el movimiento
pero
a
v
e
c
e
s
el golpe que da
que doy
es
tan incesante
tan incisivo
tan brutal y molesto
que empuja
y empuja y
sigue empujando
lastima
entonces
el
v
é
r
t
i
g
o
hasta
el más tenaz de los viajeros necesita un descanso
es
que
nunca
se
va
a
detener
.
y el miedo absoluto
:
no sabrá detenerse
?
aparece
entonces
una
opción
que
parece
una
salida
la ansiedad, la faltad de
miedo y el hastío del golpeteo
embellecen tras un
espejismo su misterio
oh muerte
todos te huyen
y
yo
yo
y
para
mi
alivio
el alivio
del cese
del silencio
de la
de MI
el alivio supremo de
saberme irresponsable finalmente de la carga inexistente,
de la búsqueda
interminable
claro que está
está
me gusta el coqueteo
presiento un proceso de
seducción absoluta
la ultima aventura
el descanso que no
necesita del sueño
la liviandad
pero no
no
porque ante todo
y antes que eso
estaba esto
eso
aquello
lo que encierra mi
cansancio
y
mi
deseo
mis
voces
el amor mismo que genera
el misterio
la posibilidad
y
lo reconozco
lo sé
lo siento
y lo canto
está
y
continuaré sintiéndolo
y seguirá siéndolo
en la búsqueda
en el martirio mismo
encontraré ese alivio
dosificado en los reflejos de otras muertes que son amores
en la expresión absoluta
que me deja vacío
en el cansancio extremo
que me paraliza
en la belleza
que otros huyan de tu
presencia como aniquiladora
o destructora
yo como condenado buscador
no le tengo miedo a la responsabilidad de ser el único que ame o el
loco que intuya y celebre la incoherencia de una lógica sesgada
ansiedad como motor
desdoblamiento como
aprendizaje
cuanto vale la única
verdad
:
todo muere
y
todo continua
un sol muere y se
multiplica
lo hermoso
lo vivo se mueve
todo lo que es crece en
espiral bajo una linea
el encuentro justifica
hay
y mucho
no es obsecuencia o
tozudez
es la experiencia de haber
encontrado
dormir extenuado
soñar
ni
mi
ni
eso
ni
aquello
es la misma punzada
infernal que me golpea detrás de la cabeza
que me obliga a continuar
Amor sin hijos.
1. "Te cambia
la vida", "Te da mucha fuerza", "Ves todo de otra
manera". Frases utilizadas para describir la experiencia de
tener hijos, que también se usan cuando se tiene una enfermedad
terminal, o cuando te vuelves millonario. No todo lo que te determina
y modifica tus decisiones es necesariamente bueno, es simplemente
eso, algo que te determina y modifica tu visión y tu percepción de
la realidad.
2. Como todo lo
real tener hijos tiene cosas buenas y malas, pero por qué existe un
énfasis tan grande en unir a los niños con la felicidad. Nuestro
concepto de felicidad es aprendido. Todo lo que se me ha enseñado ha
sido por un fin.
3. El sistema
es el que me enseña. La principal tarea de un sistema es perpetuarse
a si mismo. La vida del hombre, consumidor, es finita, obviamente se
necesitan más hombres para seguir consumiendo. ¿Existe la sobre
población para el sistema? por supuesto que no, al dueño del
negocio poco le importa quedarse sin mercadería, su problema es el
contrario. El único producto que el sistema no puede vender lo une a
una excusa para consumir. El amor hacia los hijos está unido a la
calidad de sus cosas.
4. ¿Qué es
el amor? ¿A quién está destinado? ¿Quién puede medir su
intensidad? Con qué autoridad puede un ser humano decirle a otro que
existen calidades de amor, o lazos de el mismo que pueden ser más
fuertes que otros. El amor adora el acto y aborrece la palabra. La
renuncia es el acto de un entrenamiento, es la expresión de una
conducta. Dejar de hacer o hacer por otro no es un acto de amor, es
un acto de fuerza. Cada quién sabe cómo ama y de qué manera, no
hay modo para el amor.
5. La
Naturaleza. Yo escribo, leo, me visto, voy al baño en un cubículo
que maneja mis residuos para que yo pueda vivir de una manera
higiénica, porque conozco de microorganismos. Respiro, como, me entreno, cosecho vegetales de mi huerta y
tengo internet. Lejos estoy del cavernícola que se mueve por
instinto. Por qué si no puedo usar la excusa de la naturaleza para
robar, matar o violar, la puedo utilizar para el hecho biológico de
tener hijos. Hoy en día la mayoría de los niños se tienen bajo un
"plan" absolutamente antinatural. La mujer está dispuesta
a tener hijos desde el momento de su desarrollo, que ocurre bajo la
mayoría de edad, en la cual no puede tener relaciones sexuales de
manera libre, el estado administra la edad adecuada para la concepción, por lo cual lo único natural que queda es el embarazo
mismo y el parto, que aunque un grupo pequeño de la población
decide hacerlo de manera "natural", no es la mayoría, y no
es algo que este disponible a un nivel popular. Tener hijos hoy en día no es un acto
libre y natural, al contrario, está absolutamente regulado y
controlado. No solo eso, una vez que el bebe se convierte en niño, se
controla todo su crecimiento, y los padres están obligados a rendir cuentas frente al estado sobre el desarrollo del mismo.
6. El control.
Desde que la historia es historia, a las mujeres se les une a sus
hijos y se les pone en un lugar detrás de su descendencia bajo la
excusa de la responsabilidad y las creencias culturales y religiosas.
A los hombres se nos implanta también el discurso de la
responsabilidad junto con la mentira de tener la tarea sagrada de
"guiar a la familia". Así ambos, padre y madre, quedan
libres de hacer, siempre y cuando sus actos no afecten al hijo según
estándares sociales. Quedan mutilados, el ejemplo perfecto un hombre
o mujer sin hijos puede hacer todo lo que uno con hijos puede,
viceversa no es el mismo caso. Los padres quedan encerrados en
horarios, tareas económicas y responsabilidades civiles. A cambio de
esto el sistema les dice que están experimentando la felicidad, y se
nutre el concepto de nicho, de paréntesis.
7. En vez de
rendirse al embudo familiar aceptar el abanico comunitario. No
necesitar la excusa de la linea sanguínea para dar y recibir amor.
Que los sentimientos sean libres.
8 . La
felicidad como bienestar y la ausencia de malestar. Amar libremente,
tener tiempo para trabajar por toda la comunidad y no para un solo
individuo que pertenezca a esta.
9. La
experiencia no es transmisible. Experimentar la vida sin hijos es tan
"especial" como tenerlos. Son experiencias diferentes.
Intentar medir la calidad de una experiencia es ridículo.
10. Tener hijos como un acto biológico y experimentar a partir de la realidad.
11. Como
ejercicio práctico. Mirar a los adultos mayores de 30, ver cuantos
tienen hijos y preguntarse: ¿por qué?
Romper.
Despacio. Ahora caminar es
lo suyo. Otros fueron los tiempos de la efectividad. Ahora camina.
Tiene que pagar las cuentas y se va por la playa, con el perro, que
va saltando y persiguiendo las gaviotas, un perro grande y peludo, y
negro. El perro está todo sucio, a él le encanta. Él también está
muy sucio, antes estaba limpio, muy limpio, su mujer le lavaba y
planchaba la ropa, y cambiaba las sábanas de la cama y lavaba los
platos. Y ahora extraña a su mujer pero no extraña lo limpio. Lo
limpio no le importa, pero si extraña a su mujer. Va caminando, ya
no tiene tiempo para ser delgado, pero si ha bajado de peso. Se está
cocinando, cosas simples, compra milanesas hechas, o bifes de carne,
se hace salsas para comer con fideos, ha hecho dos guisos, los dos de
lentejas, y le han salido bastante bien. Dejó las gaseosas y la
cerveza, toma vino. Sigue caminando. Le preocupa un poco su hijo, no
su hija, su hija es fuerte y es mujer, pero su hijo es débil y es
hombre, le preocupa que finalmente pierda el control, que ceda frente
a la presión. Mucha presión, siempre lo pensó. Él sabía que
cuando actuaba mal era por la presión, sabía que podía cambiarlo,
pero no lo hacia, demasiada presión como para cambiar curso. Por
eso salió cuando pudo, cuando se liberó todo un poco, todo más
suelto, todo un poco más libre. Lo piensa, y lo sabe. Cuando el
envase se rompe se libera el contenido. En eso piensa ahora, mientras
camina por la playa y piensa en el pasado, piensa en que hay que
romper el envase para liberar el contenido.
Vickvaporub
- El vickvaporub me recuerda a mi casa, a mi cama cuando era pequeño, a la seguridad de mi hogar.
- Por eso te lo comes?
- No, me lo como porque estoy loco.
- Por eso te lo comes?
- No, me lo como porque estoy loco.
Pienso en mi.
No son dos los que hablan, soy yo que
me digo, y soy yo quién acepta. Cómo puede ser esto. Cual es el
desdoblamiento macabro que ocurre dentro mío. Cómo hay dos en el
lugar en el que solo puede haber uno. Son todos dos, cómo serán los
otros. Sé que hay dos, no sé quién de los dos es quién, y peor
aún, no sé cual de los dos soy yo. Esta batalla es horrible, y solo
recientemente pude encontrar manera de identificar uno de mis
yo, y es que uno es ofensivo y productivo, el otro yo sufre esto, y
así reconozco uno del otro, porque lo reconozco en el sufrimiento,
la característica productiva de mi yo ofensivo no le permite la
reflexión, por lo tanto no hay sentimientos. Lo que ocurre es que ese yo, el productivo, con el aliento
adecuado por parte de la realidad, baja la guardia, y ahí en la falta
de productividad se encuentra en control el yo reflexivo que detiene
por completo al yo activo, porque su carácter estacionario no le
permite generar nada, pero en la reflexión se recuerda de las cosas
que hizo el yo ofensivo y se siente mal, y así hasta que este
sentirse mal deja un espacio en el que el yo ofensivo logra generar
algo, lo que sea y toma el control. Así todos mis días. A veces uno
de los dos yo logra control por un largo periodo de tiempo, en una de
esa veces el yo ofensivo escribió una novela, en otra el reflexivo
me hizo leer a Perec. Estas personalidades exceden lo literario, el
ofensivo me hizo adicto a la entraña jugosa y al vino de damajuana,
el pasivo perdió diez kilos y aprendió a surfar. Esta batalla algún
día tiene que terminar, no lo ha hecho hasta el momento, porque
aquello que alienta el cambio, aquello que no deja que resurja un yo
sin conflicto, es el miedo. Pero el miedo es escurridizo, es
tramposo, es mágico, se esconde tras capas, todas diferentes, que
mutan, como el miedo mismo, por eso para atacar al miedo hay que ser
un estratega, un matemático más que un lingüista, y tener por supuesto espacio para la improvisación, para la poesía, el principio de incertidumbre de toda ecuación real. Mientras escribo esto no sé
cual de mis dos yo está en control, algo de mí me dice que el
reflexivo puede estar mutando y convirtiéndose en un hacedor de
reflexión, pero el hacedor no es de fiar, puede hacerte creer
cualquier cosa con tal de estar haciendo.
Tres tiros en la cabeza.
No quisiera con esta
historia violenta asustar a mis muy apreciados clientes, pero se me
hace muy difícil no contar la historia de Leónidas y sus tres tiros
en la cabeza. Bien sé que los compradores de libros son comunes,
pero los enfermos de los libros no lo son, que ya cuando alguien se
para en la mesa y sabe mucho más del común te enfrentas a un especialista de algún tipo, y ya cuando se ve que alguien
conoce mucho más pero no se jacta de mostrarlo, estás frente a un
enfermo de los libros. Acá hablo de enfermedad no como la condición
que daña al prójimo con respecto a una salud, sino como algo que lo
encierra en una salud sin dejarlo ver el resto. Visiones sobre la
salud y la enfermedad hay muchas, mejor no entrar en ese tema.
Leónidas era un conocido maleante de la zona, se le atribuían
cuatro muertos, dos justificados. Su muerte a nadie sorprendió, y
los sospechosos del común son dos o tres. Tres tiros le dieron y lo
echaron en una zanja del monte, cerca de la ruta. Rumores y
policiales que tienen que ver conmigo y mi mesa de libros por el
carácter de enfermo por los libros que sufría tan placenteramente
Leónidas, me atrevo a decir sin ninguna duda, mi mejor cliente. Acá
como la salud y la enfermedad podríamos debatir por páginas sobre
lo que significa educación y violencia y los tratos que la sociedad
asigna a sus conceptos, pero también es muy largo y no es el tema en
cuestión. Se me hace difícil no contar la historia de Leónidas
porque su muerte me crea un conflicto real del día a día, su muerte
ha afectado mi economía. Esta situación de desconcierto me lleva
al papel y a la historia. La historia es la siguiente: a Leónidas lo
levantan de su rancho de madera a eso de las dos de la mañana con la
excusa de completar una compra de droga, aunque enemigos en distintas
ocasiones con el chofer , único ocupante del vehículo y arquitecto
del trato, Leónidas no se podía permitir dejarlo pasar por motivos
económicos, inteligente el arquitecto que sabe los caminos de la
avaricia, una vez en el auto se dirigen hacía el próximo pueblo,
noche veraniega, vidrios abajo, algo de música, el conductor se
detiene al costado de la ruta de manera casi abrupta pero no
sobresaltada, y esgrima la historia de las ganas de mear, antes aún
de que el auto se detenga por completo, el socio del arquitecto y
ahora también nuevo barón de la droga, le da el primer tiro a
Leónidas en la cabeza, por todo lo que estaba pasando el tiro fue
mortal pero no fulminante, acá abren la puerta y tiran el cuerpo a
fuera del camino dónde el hombre es liquidado. Sí, es una historia
simple y sin sorpresas. Me siento un poco vil al contarla, no porque
me entristezca su muerte, sino porque he perdido a mi mejor cliente.
Qué dice eso de la vida? de las relaciones? de los conceptos? Un
conocido criminal y lector insaciable es asesinado, sin familia y sin
amigos es recordado en esta infame elegía por su librero, que va a
extrañar su dinero.
La Muchacha y su bicicleta.
La Muchacha salió de su
casa en bicicleta. Agarró por el camino de tierra hacia el almacén
para ir a comprar un par de chorizos. Hoy hacía refrito de
garbanzos. Su perro la miró desde la tranquera, ella lo dejó
encerrado, no quería que la siguieran, no quería ir con nadie,
quería ir sola con su bicicleta. El vestido de flores ondulando
suelto, a veces el viento se lo levanta y se le ven los muslos,
fuertes y regordetes, también lleva el pelo suelto y el viento ahí
también hace de las suyas entre los rulos. Sola. El sol le empieza a
calentar la cabeza, el cuello genera una ligera transpiración. Que
lindo es salir sola. Le encanta salir sola en su bicicleta, y
entonces piensa, "es muy lindo estar sola y pasear en mi
bicicleta, mira que bici me compré, está hermosa y es tan nueva y
tan cómoda, y me la compré yo, con mi dinero, con mi trabajo,
quiero andar más, quiero ir un poco más lejos, que cerca que está
este almacén". La muchacha llegó a la costanera, vio la espuma de las olas, sintió el olor del mar y sus pulmones se llenaron de plenitud, se empezó a reír y le encantó hacerlo y pensó, "Que lindo reírse y que nadie te pregunte por qué". Entonces la muchacha llegó hasta el almacén,
pero no paró, siguió, y se fue a comprar los chorizos a otro lado,
a un lugar más lejos.
Horus el Visionario.
Yo vivo de la confusión.
Todo el mundo está equivocado, y eso es lucrativo. Las personas
viven tan dentro de la confusión, que de la única manera que se les
puede llegar, es engañándolas. Por supuesto es dura la tarea de
aquel que tiene que revelar la verdad, ya que su mejor herramienta,
es la mentira, paradójico y frustrante. Son muchos los héroes que
necesitan encubrir su hacer para desarrollar su talento, pero de todos los que conozco, el más
extraordinario es Horus el Visionario. Yo tengo una tienda de
disfraces, y la mayoría de mis clientes no vienen a buscar
diversión, vienen a buscar implementos de trabajo.
Si, claro está que
Halloween cierra los números del año, pero es el día a día del
trabajo común del engaño lo que mantiene el negocio a flote. Los
conozco a todos, falsos policías, bomberos, maestras, delincuentes,
vagabundos, muchas veces vivos y triquiñuelos, pero otras tantas,
personas que pueden ver otra verdad y se ven condenadas a la mentira.
Cómo dije antes, Horus el Visionario es el mejor ejemplo de ellos.
He aquí un hombre
que verdaderamente puede ver el futuro. Horus toma tu mano, te mira
los ojos y con la celeridad y la firmeza de un hombre de verdad, te
puede revelar las más intrincadas ramas de tu futuro. Una
herramienta valiosa pensará usted, si, pero también una maldición.
El poder de Horus solo funciona bajo una presión absoluta de
mentiras. Por todos los medios ha intentado acceder a sus visiones en
la presencia de un ambiente verdadero, pero por algún capricho del
mismo dador de sus poderes, no se le da. Así que Horus tiene que
recurrir al engaño y la mentira para ejercer de mensajero, mientras otros vienen a mí por decisión para conseguir una meta, Horus viene a cumplir su condena. Yo le proveo con batas de
colores, sombreros puntiagudos, estrellas plásticas y varas
plásticas que parecen de madera. A veces Horus prefiere un look de
época, y es vestido con las mejores réplicas de los mejores trajes
del pasado. A veces el mercado lo lleva a una cultura en particular.
Así accede a su visión como Merlin, como Visionario de los años
veinte o como un Jefe Indio, y nunca falta el muy popular Gurú. Pero
los trajes no son suficientes. Horus debe promocionarse dentro de la
mentira y con la mentira para que sus visiones sean certeras. Así
que se anuncia entre los ladrones, los aprovechadores y los
inescrupulosos, sus volantes cuelgan de los postes de luz más
olvidados, y sus anuncios aparecen en los diarios más amarillentos.
Pocos saben que esa visión que recogieron de un Merlin en una plaza,
por unas cuantas monedas, es tan acertada como el presente mismo.
No son pocos como
Horus los que pasan por acá buscando la manera de mostrar su
verdad, pero de todos, es el destino de Horus el que me parece más
traumático.
Pocos se pueden
imaginar el sufrimiento del clarividente.
El Águila.
- Y El Águila?
- El Águila de la costa
vive en conflicto; su instinto de sol y distancia, le hace ver el mar
como un reto, pero su sabiduría milimétrica le impide emprender una
batalla que sabe perdida. El Águila de la montaña vive centrada y
en balance; su condición le permite acceder a cualquier distancia
propuesta.
Samuel Schuberstein y Johann Sebastian Bach.
Samuel Schuberstein era un fanático irremediable de la obra de Johann Sebastian Bach. Cuando lo mencionaba en reuniones sociales, sus ojos mostraban una alegría inconmensurable que sus conocidos celebraban, porque por supuesto, era contagiosa. El conocido minimalista escapaba de su disciplina y se explayaba sobre la obra del conocido compositor. Sus manos se volvían elocuentes, su voz levantaba tono, sus ademanes eran más sueltos. El autor, hasta se daba el lujo de incurrir en el misticismo. Siempre llegaba a la conclusión de que el poder de Bach era la intuición, y su validez absoluta, que era un camino concreto, acá, se borraban todas las lineas, el proceso de hombre como tal era todo para el autor, un desarrollo intuitivo y lineal era ambos, respuesta y método, y su encuentro podría ser transmitido con el lenguaje correcto, de ahí, su búsqueda. Incontables noches Schuberstein se pasó escuchando los "vertiginosos acantilados sucesivos" tan frecuentes en la obra de Bach. El autor nunca escribió nada sobre el músico, los conocedores de la obra de Schuberstein lo entienden perfectamente.
Algunos ejemplos de los cuadernos de Samuel Schuberstein.
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