Resulta que voy caminando por la playa a eso de las cuatro o
cinco, a la tardecita, el día estaba caliente, el cielo estaba algo
nublado, así que el sol no molestaba, y veo a un señor gordito, en tanga negra,
caminar hacia mi, a medida que se acercaba se me iba haciendo conocido, cuando
estoy por cruzármelo lo reconozco, me sorprendo y me sale con sorpresa, “coño
tu eres Vargas Llosa” el hombre contestó que si con una sonrisa, le pregunto, “qué
hace por estos lados señor, tiene casa por acá o está de vacaciones”, el contesta, “Vacaciones, y un poco de trabajo, estoy terminando una novela”. A mi
no me gusta mucho lo que él escribe, pero quién soy yo para criticar, él se
queda ahí parado como esperando conversación y yo, si, por que no, también tengo
ganas de charlar, sobre el Nobel, el mundo editorial, el mercado, a si que le
pregunto, “Sr. Vargas Llosa, armamos uno?”, y ni lento ni perezoso me dice,
“claro que si”. Estábamos justo a mitad de camino entre la placita del hotel,
la que tiene los banquitos sobre la playa, dónde esta el bote abandonado, y la
cuesta de la virgen, ahí arriba en el mirador se puede sentar uno y ver el mar,
y el puerto, estábamos frente a Rastalandia, ya cerrado como todo fuera de
temporada, le pregunté “Vamos o volvemos?” , “Volvamos” me dice, esto me llamó poderosamente la atención, yo hubiera pensado que un Nobel va siempre para
delante y para arriba, pero bueno, volvimos.
Vargas Llosa cargaba una mariconera, muy bonita, de cuero,
cuando nos sentamos y yo saqué mi paragua el me dijo que no, que armábamos uno
de los suyos, y acá viene Mario y saca una flor hermosa, toda gomosa, con un
olor fuerte, fresco, se sonríe y me dice “las ventajas de la fama”.
Apenas encendimos Mario empezó a hablar de la novela como un
edificio, decía que era una estructura que necesita estudio, planeamiento,
tiempo y calidad constructiva para no desmoronarse, estuvo un rato largo
hablando sobre esto, en un momento le comenté algo de Perec y de su Vida Instrucciones
de Uso, pero no sé si no me escuchó o si se hizo el desentendido, pero no me
dijo nada, se quedó entre pensativo y fastidiado, yo aproveché el silencio y me
quedé pensando en ese título, y en la valentía de Perec al ponerlo. Y ahí me
quedé mirando el mar y pensando en eso, al rato le digo a Mario, “que me dices
de los títulos, algunos títulos son tan valientes”, “si”, me contesta, “algunos
lo son”. Y que hace que un título sea valiente, me pregunto yo, las palabras soases
son más llamativas que valientes, y la picardía es desdeñosa, así que le
pregunto al Nobel que tengo al lado, “De dónde proviene la valentía de un
título”, y el me contesta, “de la información, te preguntas qué información es
valiente, valiente es todo aquello que se adentra en las profundidades, con o
sin miedo, el miedo no tiene que ver con la valentía, el miedo no es ajeno al
valiente, entonces un titulo valiente es aquel que se adentra a las
profundidades, que se pierde y que te lleva, que se abre camino”, muy lindo,
por eso les dan el nobel. Para mí la valentía es jugársela, nada más.
Las flores eran tan suaves que prácticamente las fumaba uno
por el sabor, aunque también hacían efecto, se notaba una disminución importante en la
ansiedad, un ligero aumento en el apetito. La tarde caía suavemente, había un poco de viento, pero el sol
todavía calentaba. Mario se paró y me dijo que lo esperaban para comer, nos
despedimos y lo vi marchar para el lado de Arachania, siguiendo su camino, yo
me saqué la ropa y me metí un rato en la playa, tenía que ir a comprar clavos
para terminar lo que estoy haciendo, ayer fue martes, durante la semana la
ferretería cierra a las ocho, así que todavía tenía tiempo.