Siempre que como pizza con roquefort me acuerdo de la historia que me contó un Mozo retirado (tengo que confesar que me costó esta frase, ya que no sabía si poner mozo o ex mozo ¿Un mozo sigue siendo mozo después de que se retira? ¿Queda definida su personalidad, como la de un doctor, un atleta o un asesino? no lo sé) bastante avejentado, mientras le ofrecía una copia de mi novela en una plaza de Montevideo (no recuerdo la plaza, no conozco bien Montevideo, es una ciudad que me da cierta sensación de seguridad y cuando voy me gusta entregarme a ella, así que me gusta deambular, no me importa saber en qué calle estoy, por dónde voy o en qué plaza estoy ofreciendo mi novela). Mirando mi libro me contó que su relación con la literatura era extraña, que en su más temprana juventud trabajaba en un café de la ciudad vieja, y "un día cualquiera de verano" (así me lo dijo él, "un día cualquiera") entró en el establecimiento Jorge Luis Borges, que aunque sudoroso, portaba traje y corbata, y se sentó en una mesa apartada, cuando le fue a levantar (dijo levantar por anotar, para mi levantar es una vez terminada la consumición pero el utilizó esta terminología y se la respeto) el pedido, dijo que estaba esperando a alguien, y prefería esperar con la mesa vacía (pregunté si esa era la palabra que había utilizado, y me dijo que sí, Borges había dicho la mesa vacía).
A los pocos minutos entró un hombre
que bien parecía de la calle (un clotchard o lingera, fueron las
palabras que utilizó el Mozo), el hombre se paró en el umbral y a
pesar de su aspecto, parecía un rey, "con un aura agraciada".
El hombre reconoció a Borges, hizo un gesto con la mano y fue a su
encuentro, el mozo que no estaba muy lejos oyó que lo saludaba,
Borges a él "Gracias por venir maestro".
El Mozo me dijo que cuando llevó la
orden a la mesa escuchó palabras que no conocía, como shejiná,
sephirot y klipah, y se lo comentó a su jefe, que estaba detrás de
la barra haciendo los pedidos, y éste le respondió que en un bar se
escucha de todo, y que lo mejor es no prestar atención, que hay que
fijarse en las historias que entretienen, pero que si no es mejor
dejarlo, demasiada información puede volver loco a un hombre. Le
pregunté al ex mozo que cómo recordaba tan bien ese día y esas
palabras, y me dijo "la memoria es mujer, las mujeres planean,
quién sabe". Y con eso el Mozo me hizo saber que nuestro
encuentro había culminado, que algo había interrumpido y el
necesitaba continuar. Me devolvió el libro con cariño y me dijo,
"todo sigue siendo extraño".
Continué ofreciendo libros un rato
más, algo vendí. Antes de ir al hotel me compré una pizza con
roquefort. Cuando entré en la habitación puse el canal Sony
mientras comía, y cuando terminé llené la bañera, saqué la copia
del Aleph que había comprado dos días atrás en una mesa de saldos,
y leí dos cuentos sumergido en agua caliente. Ya era noche cuando me
acosté en la cama, pensé en las veces en las que vendía libros en
la calle y comía fideos, me comí dos pedazos que habían quedado de
pizza y me acosté agotado.