Fi

y
a

ver
sirve
aprender
y embriagarse
continuamente de todo
aun sabiendo que todo es infinito 

Una de verdad.

Vivía solo en un edificio de cuatro pisos y cuarenta departamentos, en medio de un basural y al lado de una de las villas más calientes de la ciudad. Solo. No vivía nadie más en el edificio. El edificio no tenía puerta, y la puerta de mi departamento no tenía rejas, tampoco tenía rejas en las ventanas que daban a los pasillos, una situación de vulnerabilidad extrema. Una noche, volviendo de la feria, tenía que cerrar temprano el puesto de libros porque si volvía tarde por la noche seguro que me asaltaban, había un auto estacionado afuera del edificio, entro, todas las luces del edificio encendidas, me pareció muy raro, subo a mi departamento, yo estaba en el cuarto piso, y cuando entro siento pisadas en el techo, subo, cuatro policías de investigación me rodearon y me empezaron a empujar con las pajeras, había doce en el techo, no me golpeaban pero si eran muy firmes, quien sos vos pibe? qué hacés acá? yo vivo acá les digo, todos se quedaron en silencio, al rato uno me pregunta, vos vivís acá?, si le digo, silencio, se abrieron, no me hablaron más. Le pregunté a uno que qué hacían acá, nos estamos por mover sobre alguien en la villa me contestó, uno de los que se escapó de la comisaría de Maipu la semana pasada, y me preguntó, vos viste un gol blanco? si claro que había visto un gol blanco, dos noches atrás estaba acostado y empecé a escuchar tiros, las balaceras eran normales así que me asomé por la ventana a ver si veía a algún recurrente, vi el gol blanco, iba rapidísimo por el medio de las montañas de basura, se estaba tiroteando con los guardias de seguridad de la construcción de enfrente, no le dije al policía, no no vi nada. Bajé a mi departamento, toda la noche escuché las pisadas en el techo, como a las cuatro de la mañana los escuché a todos bajando de golpe por las escaleras, no los vi más. El edifico estaba pegado a otra construcción, una fabrica abandonada llena de túneles, torres y planchones de cemento, ahí cuidaban un par de policías, y siempre charlaba con ellos, y siempre me ofrecían armas, todos me ofrecieron armas o me decían, agarrá cartuchos, hacete una tumbera, vos acá necesitas protección. Mis amigos iban muy poco a visitarme, y cuando iban se iban tempranito, empezaba a caer el sol y partían, les gustaba ir a ver las peleas que se armaban en la villa, los pibes de trece y catorce vivían a las piñas, en especial se agarraban los del ferrocarril contra los del galpón. Estuve viviendo así más o menos dos meses, me costaba dormir, mi amigo Víctor me daba tes sedantes, pero la verdad era que me daba miedo quedarme dormido, era muy fácil entrar en el edificio y era obvio que solo vivía una persona. Me quedaba por la noche, con la luz apagada, porque cuando la luz estaba encendida me tiraban piedras, el setenta por ciento de los vidrios del edificio estaban rotos, y aunque tenía puesta una media sombra muchas la pasaban, y me ponía escribir, en la maquina eléctrica, horas y horas por la noche, en la oscuridad, con el ruido sedante del tecleo, solo en ese edificio, muchas veces recibía negativas de las editoriales en esa condiciones y todavía hasta el día de hoy, no sé muy bien que sentir con respecto a eso. A los dos meses se mudó otro flaco, un divino, en el segundo piso, los de la villa lo recibieron con un tiro de veintidós, a él no le pasó nada, solo le rompieron el vidrio del balcón, un huequito, nada más, valiente el flaco, no arrugó y se quedó tranquilo. Un día él estaba volviendo tarde del trabajo, venía borracho, me llamó para que saliera a recibirlo, venía en taxi, hasta la esquina porque los taxistas no entraban por entre la basura, salí, llegó haciendo escándalo, y me dijo entre lagrimas y risas, nadie viene a visitarnos, mis amigos no quieren venir a verme, nadie viene, no le digo, generalmente la gente se aleja de estas situaciones. El ascensor no funcionaba.  

Luis Masliah.


      Aunque era un hombre de tierra, Luis Masliah daba la sensación de ser un pez de mar, funcional y aerodinámico. Luis se dedicó a la investigación privada para no lidiar con los otros. Había sido un gran policía, y podría haber llegado a ser un gran detective de homicidios, su carácter observador y estudioso lo hubieran llevado a resolver muchos casos, pero lidiar con los otros lo alejó de la fuerza. Luis se sentaba horas en su auto a escuchar música, solo escuchando electrónico, Aphex Twin, Chemical Brothers, Gabin, Kruder & Dorfmeister, mientras fumaba marihuana. Así se resolvían los casos, todos los casos, escogiendo con criterio y esperando. Últimamente venía teniendo suerte, con un caso al mes vivía bien, y en los últimos seis meses había hecho tres por mes, casi todos de sospecha de engaño, todas confirmadas por supuesto, eran muy pocas las veces con las que se encontraba con una falsa sospecha, de esto no sacaba ninguna conclusión. Luis era flaco, su dieta era variada pero estricta, se alejaba de los alimentos procesados y las gaseosas. Las bebidas alcohólicas las tomaba puras y con hielo. Eran las dos de la tarde de un día de otoño, estaba en su auto escuchando Thievery Corporation, estacionado en las afueras de la ciudad frente a una fábrica, tal vez abandonada, y un albergue transitorio de nivel medio, esperando que apareciera el Ford Focus Azul de la mujer de su cliente cuando algo del otro lado de la calle le llamó la atención, dos hombres cargaban una mujer entre ellos, como si estuviera borracha, y miraban culpables hacia todas las direcciones, él sabía que no lo verían, todos los policías saben que un hombre nervioso no sabe mirar. Llegaron hasta una puerta de metal en un edificio de dos pisos de ladrillo visto con ventanas en el segundo piso, el que tenía la campera marrón y los jeans gastados sacó con dificultad un manojo de llaves y abrió tres cerraduras, el otro que tenía una camisa de cuadros y unos pantalones beige sostenía a la joven, entraron en el edificio. Acá Luis, ya sabiendo todo lo que estaba ocurriendo, y pensando que la vida había sido buena con él y, después de todo, era muy bueno en lo que hacía y tenía su Beretta, realmente sería muy mala persona si se quedaba en el auto sin hacer nada. Sabía que adentro había uno o dos hombres sin contar los que habían entrado, sabía que seguro había más de una mujer adentro, y sabía que la policía de la zona era cómplice. La cercanía con el albergue no era casualidad. Tenía que esperar a que salieran los dos hombres. Esperó. Escuchó algo de Nouvelle Vague y algo de Morcheeba. Los dos hombres salieron, sin la mujer por supuesto. Tenía pocos menos de un minuto para tocar la puerta y que el hombre que estuviera adentro pensara que a alguno se le había olvidado algo. Salió de su Corolla gris, y trotó hasta la puerta, golpeó un par de veces con intensidad, veía a lo lejos como los dos hombres doblaron en la esquina, por suerte no habían volteado, pasaron unos trece segundos, y alguien empezó a destrabar las cerraduras, apenas abrieron la culata del arma encontró una nariz y sintió como se rompía bajo su peso, el golpe se repitió varias veces hasta asegurar inconsciencia. Enfrente solo unas escaleras, las subió despacio, ahí se encontró con un taller abandonado, sin divisiones, contra una pared cuatro camas de caño con colchones roñosos, tres ocupadas con mujeres amarradas, estudió bien el lugar, buscó baños y cuartos dónde pudiera haber alguien escondido, no encontró a nadie más, se sintió con suerte, desató a las mujeres, todas estaban inconscientes. Se acercó a la ventana, nadie pasaba por la calle. Se tomó un momento para pensar. Entonces, prodigiosamente, apareció el auto azul, bajó rápido las escaleras, el hombre continuaba inconsciente, sangraba bastante, y acá hizo lo posible por no pisar la sangre. Corrió hacia el auto que estaba por entrar en el estacionamiento del albergue. La mujer se asustó muchísimo cuando él le golpeó la ventana y ella en un intento desesperado y acostumbrada a vivir en una ciudad peligrosa, retrocedió con velocidad, pero él dijo el nombre de ella varias veces, y lo vio a los ojos, y dudó, y supo que había algo más, porque aquel que engaña conoce de realidades paralelas y situaciones complicadas. Detuvo el auto, y él le dijo, necesito ayuda ya, y sin que ella abriera la ventana él le dijo, tu esposo me contrató para seguirte, si me ayudas le miento. Silencio. Él insistió todavía a través de la ventana, hay mujeres en ese edificio las tenemos que sacar, entonces ella ya no dudó, bajó la ventana y le preguntó, qué hacemos, y él le explicó, tienes que estacionar el auto ahí en el frente las bajamos entre las dos y las llevas dónde yo te diga eso es todo. Un segundo más de duda por parte de ella, pero frente a la esclavitud ningún hombre o mujer duda, la libertad es por lo único que todos luchamos. La mujer estacionó el auto y Luis, más allá de la situación no pudo dejar de notar su belleza, estaba vestida con una calza negra y una camisa de deporte, obviamente su excusa era entrenar, era alta y esbelta, tenía el cabello negro y lacio, tenía la piel oliva de la mujer latina, también notó su valentía cuando pasó por arriba del cuerpo caído sin inmutarse. Si se sorprendió cuando vio a las mujeres en las camas. Con dificultad bajaron los tres cuerpos y los acomodaron en el auto de la mujer, Luis le dijo, tranquila le voy a decir a tu esposo que nada está pasando llévalas al hospital que está frente a la escuela de medicina yo le voy a mandar un mensaje a alguien que te va a estar esperando en la puerta de emergencias nadie te va a preguntar nada, entonces se cuestionó, y le preguntó, tu pareja por qué no aparece, y ella le dijo, si lo hizo vi su auto mientras gritabas mi nombre pero se fue obviamente pensó que era un robo y huyo como un cobarde hijo de puta, bueno dijo él, te salió barato. Ella partió, él volvió a su auto, arrancó y se fue en la dirección contraria, llamó a su amiga en el hospital y le explicó la situación, ella iba a estar lista, encendió la radió y escuchó un poco de Gorillaz, abrió la guantera y sacó uno de los armados que tenía ahí, le estaba dando hambre, tenía buen dinero, se iba a sentar en un restaurante a comer como un rey.  

Horroricienta.


Érase una vez, en un castillo a las afueras de Grotesburgo, vivía una princesa, paralítica, bruta y fea. Sus sirvientes la odiaban porque dejaba baba por todo el castillo. Se llamaba Horroricienta. Horroricienta vivió sola en el castillo hasta que se murió de tristeza. El mismo día de su muerte los sirvientes hicieron una fiesta, y al final se robaron todo, hasta la silla de ruedas. Todos abandonaron el castillo y la propiedad quedó sola y se hizo ruinas. Un día un Príncipe iba de paso en su caballo y se sintió interesado por el castillo, averiguó con las autoridades de Grotesburgo los pormenores de la propiedad, la adquirió al instante y mientras inventariaban las antigüedades sin valor que se encontraban en este, encontró en el sótano un retrato de Horroricienta en la silla de ruedas. Se enamoró al instante, de la silla de ruedas. En ese momento comenzó una búsqueda incansable por este objeto que se había quedado con su corazón. Diez caza recompensas entrenados buscaron por la comarca hasta que dieron con ella. La encontraron, en muy buen estado, en la casa del encargado de las alfombras del castillo, que la había utilizado para sacar objetos de valor mientras lo saqueaban la noche de la bacanal. La restauró, la protegió, y la utilizó con mucho amor. El príncipe rodaba por el castillo como un niño jugando y su felicidad se transmitía a todo aquel que lo conocía, todos querían trabajar con el príncipe feliz que rodaba a todos lados. Juntos, él y su silla, vivieron felices para siempre. Fin. 

El Árbol.

     Veía el árbol y se preguntaba: ¿Qué ven los otros? Esta vez no es una subjetividad estética o un capricho cultural, como dice Martita, ese árbol, está mal podado. El sol del verano parecía marcar con énfasis las ramas desordenadas. No es solo un tema de que sea bonito o no, ese árbol necesita crecer para arriba, desde hace mucho que lo vienen cortando mal.
     Él sabía que podía discutir con la dueña y ganar la discusión, porque desde un punto de vista lógico sus argumentos eran irrefutables, pero eso no importaba. Ese árbol es de ella, que eso quedara así fue su deseo y lo expresó muy claramente y frente a mí, él nada podía hacer al respecto, tener razón a veces no sirve para nada, la razón no otorga poder, la propiedad lo hace.
     Tenía ya rato mirándolo mientras hacía otras cosas, y se volvía a preguntar: ¿Qué ven los otros? A lo mejor ella no ve lo que yo veo, y sí, es eso, si ella viera lo que yo veo no pensaría así, lo vería bien y lo vería mal y entendería. Entonces el hombre dejó de hacer lo que estaba haciendo y se fue a buscar a la mujer, y no la encontró, preguntó a su hijo que estaba arreglando el auto y el muchacho le dijo que no sabía, que se había ido a hacer algún trámite, que si necesitaba algo, no le dijo, nada, entonces le preguntó al hijo si le gustaba ese árbol y el dijo, mientras peleaba con el filtro de aire, que a él ese árbol no le importaba. 
      En su casa lo habían enseñado a respetar, y ahí precisamente estaba la causa de la mayoría de sus conflictos, el otro y sus límites lo detenían y determinaban, le costaba avanzar sobre los otros.
     Si le muestro, si lo ve como yo lo veo, va entender y le va a gustar. 
     Al Principio dudó mucho con las primeras ramas, parecía no tener la fuerza necesaria para realizar el corte, en cada corte dos resistencias, la biología y la educación. A medida que sacaba veía como le iba quedando fue avanzando con más y más seguridad y el conflicto seguro que iba a tener con la dueña se hacía más insignificante. Nada alienta más que la fuerza que otorga la búsqueda de la belleza.
     En un corte se equivocó. Trabajar bajo la presión que generaba que la dueña volviera y generara la discusión a media faena lo estaba haciendo cometer algunos errores de cálculo y le hacían fallar el ojo. A esto se le sumaba que había descuidado la otra tarea que estaba realizando, terminar el muro, que lo veía desde atrás avanzado en el tiempo acordado, pero aún sin terminar. Está vez de manera grosera, al nivel que se veía obligado a recortar otras ramas. 
     Ahora, si viene y yo no he terminado sí que sí que no tengo argumento que valga, porque no le voy a poder mostrar ella no va a poder ver y voy a perder. Lo mismo si sigo haciéndolo mal, si lo hago y ella llega y lo hice mal es todavía peor. De los dos prefiero el primero, la discusión, porque todavía me dejo un espacio para salir.Me tengo que tomar mi tiempo. 
     Se echó para atrás examinó el árbol se regaló un minuto de silencio para observarlo, a veinte metros el hijo reclinado sobre el motor generaba un agradable repiqueteo de metales.

Almas gemelas.

- ¿Existen las almas gemelas? - Si. - ¿Cómo se encuentran? - No se encuentran, se reconocen. - ¿Cómo se reconocen? - Cuando dejas de mi...