J.C. y el Yo.

     Todo se escribe a partir del yo. No importa dónde nazca el texto, cualquier texto, incluidos textos periodísticos e históricos, escribir es un proceso centrado en el escritor.
     La objetividad es una serie de elecciones, de parámetros, limitaciones, para juzgar determinada acción, historia o trabajo artístico.
     En los últimos tiempos en la literatura y el cine con mayor asiduidad (porque no es nada nuevo) se potencia la figura del yo por medio de la inclusión del personaje/autor en la obra, esto no es más que una herramienta que funciona.
     Funciona porque blanquea algo que ha estado presente ( y define) desde el principio del arte o la expresión, la obra artística es la traducción que el artista hace de la realidad, esta herramienta crea una comodidad entre el producto y el espectador, crea la ilusión de acercamiento.
Este yo juega con la noción, bastante acertada, de que todo pasado es ficción.
     Esta inclusión desafía todos los géneros, porque pone de manifiesto que la persona que produce está primero. La historia, el periodismo, hasta la autoayuda, se mira en este espejo y lo único que puede hacer es cuestionar la información que presenta, ya que lo verdadero, queda de manifiesto como falso, verdad es solo lo que pasa. Todo lo que se cuenta pasa a hacer información procesada.         Cuando Javier Cercas habla de Bolaño, no es Bolaño, es un recuerdo, que es el recuerdo de un recuerdo, que tiene Cercas de Bolaño, todo pasado es una ficción, ya que la mayoría del caudal de información que tiene el presente se pierde, una verdad parcial no es una verdad.
     La realidad tiene información ilimitada, sabemos que nuestros sentidos absorben caudales ilimitados de información (porque se genera constantemente),  está información es procesada y organizada por el cerebro siguiendo los parámetros del lenguaje, la educación y la cultura. Yo no vivo en la naturaleza, yo vivo en una construcción sobre la naturaleza.  
     En el film JCVD (Jean Claude Van Damme) producido por el mismo Van Damme, el actor actúa de sí mismo. Es un film de acción, como todos los que hace, pero a  través de esta herramienta del yo, se permite escenas, profundas y sentimentales, que no tienen cabida en sus otros films, por la dureza y rigidez que presenta una trama inventada, que precisamente por ser inventada es dura, porque contiene menos información. Al utilizar la herramienta del yo, la rigidez se pierde en la teoría, no tiene cabida porque dice esto es la realidad, todo vale. En la realidad la imaginación tiene todo lo que necesita, en la ficción la pobreza de información no permite ciertos caminos, hay que elegir y seguir una línea.
     Si alineamos a cincuenta saxofonistas de jazz, y le damos a cada uno el mismo instrumento, digamos un Mark VI con boquilla Runyon S.R. y una caña Vandorem 2 (utilizo esto porque es la combinación de mis sueño es lo que conozco, escribo a partir de mi e intento atraerte a mi mundo), y haces que cada uno toque la misma partitura, digamos Summertime, con la consigna de que tienen que seguir textual la partitura, todas van a sonar un poco diferente. Si te alejas de la rigidez y les das libertad a partir de otra consigna que la partitura sea solo una herramienta, no solo potencias la personalidad, sino que abres nuevos caminos, “My Favorite Things” de John Coltrane está muy lejos de ser el de Hammertein y Rodgers y en nada se parece al de Bjork. 
     El artista está en su derecho de utilizar todas las herramientas que estén a su alcance para llevar a cabo su traducción, tiene que presentar al mundo, en un idioma particular, algo que propio o no, está en su interior, con la inmensidad que esto representa. Tarea tan difícil y ardua no puede ser juzgada con nimiedades, generalizaciones o modas.
     Esta incursión del yo está muy lejos de estar fuera del mercado o “pasada de moda” (termino absolutamente ridículo cuando se habla de arte ya que cada artista es un mundo y nunca puede estar pasado de moda frente a si mismo) o de ser un recurso acabado, al contrario. Los artistas cada vez comparten con mayor rapidez y con mayor cantidad de información sobre si mismos su trabajo. Dentro de muy poco el artista va a poder compartir muchísima información en su obra, olor, color, sensación térmica, etc., esto va a disminuir el proceso de traducción y va a aumentar la experimentación de la obra artística, va a ser algo más “cercano” a la realidad. La literatura y el cine arman a partir del tiempo, una situación es desglosada, editada y presentada fuera del tiempo, acá se pierde y se agrega información, creando ficción, una mentira, las mentiras son rígidas, si la disfrazas de realidad agregas espacio.
     Lo que la audiencia va a sentir cuando el artista lo lleve a su mundo es imposible de imaginar, pero esta leve incursión en la que el protagonista es el hacedor no hace más que pavimentar el camino hacia esa sensación.
     James Cameron en Avatar empieza a prepara la psique de los consumidores. Psique que no estaba preparada hace quince años cuando Disney y las redes de Arcade en U.S.A. instalaron juegos de realidad virtual en sus locales, fracaso total, era necesario un acercamiento más pausado y ordenado.


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