Solo una vez que renuncié a
todo, me encuentro haciendo exactamente lo que quiero. Misterioso
comienzo, este que habla de una renuncia total y menciona el
cumplimiento de un sueño. Pero después de todo, qué es un sueño,
un anhelo, quién puede contra el presente en información. El sueño
de escribir frente al mar se cumple en una vereda, en el suelo, en el
más humilde de los cuadernos y con la más gloriosa de las vistas.
Ahora mismo, mi mirada en conflicto, el papel que satisface mi
intelecto, el tintinear de mis adentros, y la costa, y más allá la
inmensidad, que sabemos finita pero igual nos es inconmensurable.
Ahora parece propicio mencionar el sol y que es invierno, varias
capas cubren mi cuerpo, el sol calienta el piso en el que escribo,
ansío el mediodía y el astro en su máxima expresión.
Estoy en el punto más alto de
este pequeño acantilado, que no corta la tierra como un capricho de
algún Dios temperamental, sino que se deshace en pendientes que
entregan posibilidades realizables, llaman a la exploración,
permiten el disfrute. La calle en la que descansa mi pie derecho
atraviesa el espolón, a mis espaldas la subida que aparece después
de la curva pronunciada, hacia delante, otra curva, y derecho, la
playa, no hasta el infinito, que el futuro de la visión se la dejo
al agua, pero si varios kilómetros, suficientes para que la media
luna de arena con sombra verde desaparezca en la linea final, que no
marca ningún final, sino que anuncia un limite, sin moverte, este es
tu mundo conocido, y a medida que lo hagas yo también lo haré.
Así que finalmente me encuentro
haciendo lo que quiero, me encuentro pleno, en una posición en la que nada cambiaría, no encuentro vergüenza, no encuentro
obstaculización. Entonces si soy yo más que nunca, si de alguna
manera encuentro mi ideal realizado, por qué hablo también de
renuncia, por qué lo que no está encuentra también su razón de
ser. Qué es del hombre que todo con respecto a él parece estar
medido en carga y fuerza, en la medida misma, en el marco, en la
figura, en la meta. Hasta en este momento de encuentro sublime, eso
mismo parece ser la celebración. Disfruto lo que veo, pero la
importancia misma del momento parece estar dada, por sobre todas las
cosas por un acomodamiento de las piezas. Lo que siento y me
completa, es la armonía.
Nada adquirimos en vano, no hay
cosa que pase por nuestro cuerpo o nuestra mente, tan liviano como
para no existir, y todo lo que existe tiene historia y aunque la
historia es una, el recuento es una visión, las visiones son
infinitas. Aquel que cree que su historia es una e indivisible, es un
incapacitado de los sentidos y la razón. Así que no es la
eliminación de las visiones que me han cruzado lo que me da un
encuentro con la imagen al final del pasillo, es un ajuste y una
organización de sus indiscutibles determinaciones, de sus poderosas
formaciones, de su innegable existencia.
Son lamentablemente cortos los
periodos de absoluta armonía. No hay más que pensar en un cuadro o
una canción. Son muchos elementos, espacio, tiempo y dimensión. De
apoco se esfuma el estado de plenitud, otra visión avanza, alguna
represa cede ante la fuerza, la construcción que permitió un
momento de plenitud absoluto, de armonía, cede, porque el movimiento
de la vida, el cambio de las variables, los otros, no permiten la
estructura absoluta, aquella que esté libre de imperfección y se
modifique acorde la variable.
Miro el mar. Miro el cielo.
El infinito es un concepto que
aprendí.
1 comentario:
Muy buen blog
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