LENGUAJE, CONCIENCIA Y EL YO DIVIDIDO

 LENGUAJE, CONCIENCIA Y EL YO DIVIDIDO

Hector baptista


por Hector Baptista



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CONTENIDO


PARTE I: La idea original

PARTE II: El mecanismo de distorsión — Sistema Uno y Sistema Dos

PARTE III: Infinito y limitación — La asimetría de los sistemas

PARTE IV: La intención como raíz de lo simbólico

PARTE V: La naturaleza como acceso al Sistema Uno



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PARTE I: LA IDEA ORIGINAL


Este marco parte de la hipótesis de que la personalidad es un subproducto del lenguaje, moldeada y estructurada a través de la adquisición e interiorización de palabras, conceptos e historias. En contraste, la conciencia precede al lenguaje: está enraizada en la conciencia corporal, el instinto y la percepción directa. La condición humana moderna se caracteriza por la experiencia de estas dos dimensiones operando simultáneamente, pero no siempre en armonía.


La teoría sugiere que gran parte del sufrimiento humano surge de esta división interna: intentamos navegar el mundo utilizando sistemas simbólicos (lenguaje, identidad, creencias) mientras nuestros cuerpos experimentan el mundo directamente. La mente simbólica a menudo no refleja la verdad del cuerpo, y el resultado es disonancia psicológica, alienación y enfermedad.


Esta condición se asemeja a una reinterpretación de la Caída bíblica: el Edén simboliza un estado prelingüístico de unidad y armonía con la vida, mientras que la llegada del “Logos” (la Palabra) introduce abstracción, juicio y separación. La Caída no es un fracaso moral sino el momento en que la humanidad ingresó al orden simbólico.



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PARTE II: EL MECANISMO DE DISTORSIÓN — SISTEMA UNO Y SISTEMA DOS


Esta sección introduce la mecánica detrás de la idea original, basándose en la ciencia cognitiva, la biología evolutiva y la psicología. Distingue entre dos sistemas que operan dentro del ser humano:


Sistema Uno: Inteligencia Corporal Prelingüística


Este sistema está enraizado en la biología y la evolución. Procesa información a través de la sensación, el afecto y el reconocimiento de patrones somáticos.


Las emociones en el Sistema Uno son respuestas a entradas biológicas complejas: compatibilidad genética, señales ambientales, estados hormonales, señales feromonales, etc.


Por ejemplo, lo que luego se llama “amor” puede surgir primero como una respuesta bioquímica ante una pareja potencial, cuyo olor o apariencia indica compatibilidad genética.


Estas respuestas son inteligentes, pero no simbólicas. Se sienten directamente, no se piensan.



Sistema Dos: Personalidad Basada en el Lenguaje


Este sistema interpreta, categoriza y narra las experiencias generadas por el Sistema Uno.


Asigna etiquetas a las emociones: “Esto es amor”, “Esto es miedo”, “Esto no debería estar pasando.”


Crea historias alrededor de los datos emocionales: “Lo amo porque me completa”, o “No debería sentirme así.”


Aunque el Sistema Dos permite la navegación social compleja y la cultura, también introduce distorsión cuando sus interpretaciones entran en conflicto con la realidad del cuerpo.



El Conflicto y Sus Consecuencias


El Sistema Uno puede señalar atracción o peligro, mientras que el Sistema Dos lo suprime, racionaliza o reinterpreta.


Esto resulta en confusión interna: las emociones parecen inexplicables, los deseos se vuelven vergonzosos, los instintos se reprimen.


La supresión crónica o el desalineamiento entre los sistemas puede conducir a ansiedad, desconexión corporal y enfermedades psicosomáticas.




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PARTE III: INFINITO Y LIMITACIÓN — LA ASIMETRÍA DE LOS SISTEMAS


Lógica y experiencialmente, debemos reconocer que el Sistema Uno es infinito en alcance comparado con el Sistema Dos.


El Sistema Uno no está limitado por el lenguaje. Opera a través de miles de millones de años de evolución biológica, procesa entradas vastas y sutiles en tiempo real, y se expresa a través del instinto, la sensación y la resonancia emocional. Es vasto, dinámico y adaptable más allá de la conciencia. Incluye la inteligencia del sistema inmunológico, el microbioma, el sistema nervioso autónomo y todos los procesos inconscientes del cuerpo.


El Sistema Dos, en contraste, es una capa interpretativa estrecha. Funciona linealmente, con representaciones simbólicas limitadas, y está moldeado por la cultura y la historia personal. No puede captar ni expresar completamente la complejidad del Sistema Uno. Puede describir la emoción, pero no contenerla. Puede narrar la experiencia, pero no generarla. Es un mapa — útil, pero inherentemente reductivo.


Esta asimetría de escala significa que cualquier intento de controlar o reemplazar el Sistema Uno con el Sistema Dos fracasará inevitablemente. La mente no puede sobrepensar al cuerpo. Lo simbólico no puede superar a lo real. Lo que resulta de tales intentos es fragmentación, no maestría.


Por lo tanto, cualquier camino hacia la sanación o la integridad debe comenzar honrando la primacía del Sistema Uno — escuchando, rindiéndose y aprendiendo a confiar en lo que no puede ser explicado.



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PARTE IV: LA INTENCIÓN COMO RAÍZ DE LO SIMBÓLICO


Antes de que el Sistema Dos pueda existir, antes del lenguaje o las etiquetas, debe haber intención. La intención aún no es una palabra — es un movimiento, una voluntad, una energía direccional. Surge dentro del Sistema Uno como un deseo de actuar, expresar, responder. Es el puente entre la experiencia pura y la forma simbólica.


En este marco, la intención es la raíz de lo simbólico — es de donde surge el Logos. El Logos (la Palabra) no nace al azar; está moldeado por la intención que lo impulsa. Cuando la intención es pura, el lenguaje puede reflejar honestamente la verdad encarnada. Pero cuando la intención está desalineada, manipuladora o enmascarada — comienza la distorsión.


Este desalineamiento es a menudo el origen del fracaso comunicativo. Por ejemplo, un mentiroso manipula el lenguaje para ocultar la intención. Las palabras (Sistema Dos) dicen algo diferente a lo que el cuerpo (Sistema Uno) emite. El oyente, consciente o no, recibe dos señales contradictorias:


Del Sistema Dos: un mensaje verbal con intención oculta.


Del Sistema Uno: una señal somática de que algo no encaja — tono, lenguaje corporal, microexpresiones faciales, etc.



El resultado es confusión, desconfianza y conflicto interno en el receptor, cuyo propio Sistema Dos intenta procesar un mensaje que no coincide con lo que el Sistema Uno intuye.


Así, la mala comunicación no es simplemente una falta de claridad; es una ruptura entre la intención y el símbolo. Cuanto más frecuente es esta desalineación — especialmente cuando es deliberada — más distorsionada se vuelve una sociedad, ya que las personas se acostumbran a filtrar su intuición a través de sistemas simbólicos poco confiables.


Para sanar esto, debemos regresar a la intención. Debemos aprender a escuchar no solo lo que se dice, sino lo que se quiere decir — volver a sintonizar con la raíz silenciosa de donde crece el lenguaje.



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PARTE V: LA NATURALEZA COMO ACCESO AL SISTEMA UNO


El Sistema Uno no es teórico — es corporal y real. Y la forma más constante y accesible de encontrarlo es a través del contacto directo con la naturaleza.


Cuando vemos, oímos, tocamos o absorbemos el mundo natural — el susurro de las hojas, el movimiento del agua, la sensación del sol sobre la piel — necesariamente estamos activando el Sistema Uno. Incluso si el Sistema Dos comienza de inmediato a interpretar lo que vemos (“esto me recuerda a...” ), la entrada bruta debe pasar primero por canales no simbólicos.


La naturaleza habla el lenguaje del Sistema Uno: no pide ser nombrada o entendida — solo percibida. No puede mentir. Sus señales son limpias, sus ritmos antiguos. Incluso cuando la mente está confundida o en conflicto, el cuerpo a menudo responde a la naturaleza con quietud, coherencia o liberación emocional.


Esto convierte a la naturaleza en una especie de espejo o portal. No porque sea moralmente pura o libre de peligro — sino porque no habla en símbolos. Precede a la interpretación. Y así, cuando estamos en su presencia — incluso brevemente, incluso con incomodidad — estamos tocando el suelo del Sistema Uno.


Sin embargo, ese momento de contacto es breve. A menudo, la mente simbólica irrumpe milisegundos después para explicar, juzgar o asignar significado. Ese milisegundo, entre la percepción y la narración, es el momento presente. Allí surge la intención, y allí comienza la división. Ser consciente de ese espacio — y habitarlo — es entrenar nuestra atención en el límite sutil entre los Sistemas.


La invitación, entonces, no es solo entrar en la naturaleza, sino practicar permanecer en ese milisegundo. Notar el árbol antes de nombrarlo. Sentir la brisa antes de pensar en un recuerdo. Permitir que la experiencia permanezca como experiencia — aunque sea por un suspiro — antes de convertirse en historia.


Al hacerlo, aprendemos no solo sobre la naturaleza, sino sobre la parte de nosotros que nunca se ha ido de ella.



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RESUMEN


La emoción, en este modelo, no es simplemente un sentimiento subjetivo — es datos corporales, enraizados en la evolución y procesados por el Sistema Uno. La tensión no surge de la emoción en sí, sino de cómo el Sistema Dos intenta narrar, controlar o sobrescribir esas señales.


Sanar, entonces, implica reintegrar estos sistemas — no eliminando la mente simbólica, sino aprendiendo a distinguir entre la verdad biológica directa y las historias que contamos sobre ella.


El Sistema Uno es vasto, profundo y antiguo. El Sistema Dos es limitado, reciente y simbólico. La integridad comienza restaurando la relación correcta entre los dos.


No somos lo que decimos.

Somos lo que sentimos antes de hablar.



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SOBRE EL AUTOR


Hector Baptista (n. 1982) nació en Boston y vive en Fort Lauderdale. Trabaja con madera, escribe cuando algo importa, y sigue intentando entender qué significa estar vivo.



LENGUAJE, CONCIENCIA Y EL YO DIVIDIDO

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